Texto y fotos: Juan Jesús García


Zaidín: La leyenda del tiempo, perdido

Casi treinta años de Festivales en el Zaidín se han merecido este año mejor trato. Incomprensiblemente el sábado 13, ante un recinto de nuevo prácticamente lleno se despidió esta edición con otro rosario de desatinos similares a los del día anterior sólo que tristemente esta vez entre compañeros de Granada y con la sangre andaluza hirviendo y casi a punto de derramarse. La desastrosa producción repitió los mismos errores de tardanza que en la Noche Mestiza y con una regiduría de sálvese quién pueda, los intereses particulares primaron sobre los colectivos llegándose al bochornoso espectáculo ante el público, ajeno a todo, de convertir el escenario en una tribuna mitinera. Si querías café, tres tazas y sin azúcar.

De nuevo con un incomprensible retraso de más de una hora arrancó el Zaidín 08 con A92, una bienintencionada formación que tuvo su 'Gran noche', literalmente ya que cantaron el oldie de Adamo entre otras canciones como el bolero 'Toda una vida' en clave de pop clásico, mientras el público iba accediendo tranquilamente a la rotonda festivalera. Teletaxi, gastando cuidada imagen y herramientas de marca actualizaron el concepto; el grupo de Nino López y Felipe Garrido resultó estereotipadamente indie con su ruido contenido, elementalismo instrumental, indolencia vocal y patrones rítmicos de manual, un comienzo de noche con dos formas de entender la historia del música popular, desde la canción como unidad mínima e indivisible la una, al estilo como ejercicio a desarrollar la otra. Y aquí se torció la noche. Cuando le tocaba el turno a Hombres Solos, el grupo del incombustible Candido Ariza, la representación de los grupos Planetas y Lori Meyers exigió el horario comprometido mandando, no sin lucha, casi física, los 45 minutos de este trío a la madrugada.

Tras una larga espera mientras se calmaban (que no sucedió) los ánimos, el grupo de Jota y Floren apareció en escena delante de unas pantallas de diodos leds para sus psicodélicas proyecciones, y de paso para que se les viera algo aunque fuera a contraluz ya que parecen ser alérgicos a la claridad. A Los Planetas se les quiere o se les odia, no hay consenso, y ellos haciendo de la irregularidad un arte tampoco contribuyen a la unanimidad. Así que los convencidos se apiñaron en la parte delantera del recinto mientras que los otros se hidrataban en el dispensario de bebidas. El comienzo del concierto de Los Planetas resultó coherente con el perfil que el catedrático de psicología Adrian North trazó del consumidor de indie pop como poseedor de una personalidad con baja autoestima, poco apego al trabajo y nada dócil. Las dolientes letanías de 'La leyenda del espacio', su insistencia crujiente de perfil estable, y su desapego por las reglas del mundanal concierto confirman su tesis. Así su llegada fue lenta e insistente, con una primera hora larga climática y refractaria, donde entras o no, pero nadie facilita el acceso. Tientos, verdiales, fandangos, y granaínas se supone que están debajo de una redundante fritura de guitarras que también se empeña en ocultar la sencillez melódica de la metálica voz de su cantante, algo así como si los hermanos Reid, Neu y Syd Barrett hicieran los arreglos a un disco 'de tributo' a Juan y Junior para un concierto en el legendario psicoclub UFO en la presentación de una nueva marca de tripis.

Con ellos que nadie busque grandes muestras de expresividad en el público, ni la menor muestra de celebración colectiva, brazos en alto, sostenes voladores ni explícitos deseos de paternidad que los cronistas de la superficialidad llaman 'ambiente'. En sus canciones y sus maneras nada confidentes hay algo de experiencia individual, de trace personal que se disfruta (o no) en la soledad aún más profunda de la multitud. Un egotrip único e intrasferible. La premeditada incomunicación, entre el desapego, la desidia y la pereza de su portavoz, ese estilo 'casual' y en ocasiones con maneras de chansonier existencialista (en algún pasaje parecía un Brel desubicado) se recibe como un indiferente 'lo tomas o lo dejas, que mi da igual', al menos durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Afortunadamente la densidad fue cediendo a la variedad y a partir de 'Santos que yo pinté', y sobre todo , 'Un buen día' y 'Segundo premio' el perfil de agitó y la audiencia tuvo sus posibilidad de animarse y entrar al trapo, que aunque se empeñen en llenarlo todo de ferralla los Planetas son un grupo de pop. Terminaron con la versión 'corta' de aquella 'Caja de el diablo' que en su anterior visita al Zaidín superó los veinte minutos de trance. Un concierto muy planeta, un buen concierto planeta aunque a ellos, me temo, tampoco les preocupe gran cosa la calificación.

Toda la presión que acumuló el público con los de 'Toxicosmos' jugó a favor de las coloristas canciones de Lori Meyers; con ellos regresó el bailoteo, la luminosidad y la alegría cantábile, y las ganas de compartir. Los de Loja son una sorpresa continua, ahora con Antonio Lomas en las segundas percusiones, y una seguridad hasta hace poco inédita, en su material, en el fresco floreo vocal y en su exposición, extrovertida, animosa y feliz, o al menos así se recibió por contraste en el Zaidín.

Estimulante positivismo que también empujó el comienzo de los demorados Hombres Solos, a la postre beneficiados en cantidad de público por el retaso aunque en su (justa) ofuscación no se terminaran de dar cuenta. La irreductible vocación musical de Ariza ha encontrado en Hombres Solos su vehículo más flexible y animoso, y a base de tocar y tocar hasta unos seguidores -reconocibles por su uniforme color butano- fieles y tan viajeros como él. Lástima que al final la sangre le hirviera más de lo recomendable y le pudiera la imprudencia verbal perdiendo la razón que tenía entre insultos contra molinos de viento.

Isidro Olgoso, 'inventor' del festival del Zaidín, presentó a los TNT en su regreso al escenario del crimen 28 años después, casi 29 por la hora. Fue un cierre tardío e irregular porque los del Arias menos volador están todavía cuadrando un repertorio acorde con su imponente sonido, sus posibilidades creativas y la trampa del 'revival' de la peña punk que les sigue con reverencia de mitos a todos su conciertos buscando el 'Good save the queen', que a estas alturas es ya tan folclore del siglo pasado como 'La tarara'. El Zaidín terminó como empezó hace una vida, con los TNT, y si estos tienen que poner el reloj en hora, ¡qué decir de los responsables de este año que han ido con la de Canarias!