2000 personas aclamaron a Paco Ibáñez en el Parpanda
El cantautor valenciano Paco Ibáñez consiguió emocionar al público del Parapandafolk (Íllora, Granada) en cuyo programa estuvo incluido junto a sus paisanos de La Vespra i la Festa dentro de una noche.
Una actuación de Paco Ibáñez es siempre un motivo de alegría. Y de emoción. La voz ronca del valenciano ha acompañado intermitentemente a varias generaciones y nadie como él ha difundido la palabra escrita, dotándola de la fuerza de la música y de un apasionamiento inimitable. Camino de dominio público pero escasamente frecuentado, ya que apenas tres o cuatro voces en los últimos años han acudido ocasionalmente a la poesía ajena para cantarla, y nadie con su autoridad.
El tiempo ha aligerado la voz de este cantautor, reduciendo su histórica prestancia pero haciéndola aún más estremecedora en su impotencia. A sus 74 años Paco Ibáñez es todo un mito, vibrante y siempre agradecido al poder de la palabra. Muchos de los autores de ellas consideran que su voz ha sido la perfecta intérprete de sus escritos y de la pulsión que los originó. A los oyentes y lectores de a pié ocurre algo parecido, ya que, como en una película doblada, es Paco Ibáñez quien entona desde el libro abierto por encima de la voz original del autor, lo dijo Celaya, que con él era en quien soñaban todos los poetas; Celaya que, por cierto, probaba su tocadiscos con los discos de Ibáñez, según cuenta anecdóticamente Fernando Lucini en su 'Crónica cantada los silencios rotos'.
Paco Ibáñez utilizó como sintonía unas palabras de Goytisolo antes de retomar sus piezas más antiguas como las 'Coplas a la muerte de su padre' de Jorge Manrique. Su discurso rebelde esta vez lo disparó apuntando contra el imperialismo USA y reclamando la recuperación del "no pasarán" frente a ellos. Frecuentó a Góngora ('Dejame en paz') y Quevedo ('Es amarga la verdad') y se desligó de su cancionero tradicional cantado en euskera y gallego piezas nuevas, aunque a Brassens le prefirió en español ('El testamento'). Paco Ibáñez superó las dos horas de actuación, en su postura habitual, de píe sobre su moqueta roja y con la pierna apoyada en una silla. Recordó su amistad y trabajo junto a Alberti, imitando su ronca forma de hablar en la presentación de aquel 'Nunca fui a Granada' , que dio pie a, con el acompañamiento del guitarrista Mario Más, a dedicar la parte central de su concierto a las piezas que musicó de Lorca. Y como no podía ser de otra manera en la parte final de su vibrante actuación incluyó algunas de sus adaptaciones cumbres, como 'Nos queda la palabra', 'La poesía es un arma cargada de futuro', la siempre estremecedoras 'Palabras para Julia', para terminar por Alberti y el himno 'A galopar', coreada con una excepcional complicidad por parte del público.
Ibañez es más que un mero trovador, es un símbolo, con ese grado de imprescindibilidad que otorgaba el doctor Guevara a los que hombres que luchan toda una vida sin rendirse aunque se vayan lentamente apagando. Y eso corren mejores tiempos para los números que para las palabras. Él realiza el milagro de los versos y los himnos, posee el secreto de lograr que una actividad tan íntima como es la lectura de unos versos se convierta en una experiencia colectiva, y hasta en un embravecido himno. Amplificador áspero y vibrante nada autoindulgente, portavoz y pequeño altavoz con la membrana gastada de un sentido crítico de la existencia. Peleón, irreductible, sentido y tierno a la vez, austero y fuerte, Paco Ibáñez recordó una vez más dónde están lo puntos y las íes, y señaló de frente: "antes muerto que hablando inglés".
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