Texto y fotos: Juan Jesús García
Roger Hodgson: Sin supertrampa ni cartón
En poco tiempo hemos escuchado por aquí a las dos partes a Super y a Tramp, en sus dos versiones, la semicoverband de lujo que capitanea Rick Davies preservando el gigantismo de la banda en los setenta y ochenta, y en un tono muy distinto nos llegó el responsable de casi todos sus éxitos y voz emblemática de aquella banda, mr. Roger Hodgson; autor intelectual además del concepto de aceleración invertida de nuestro presidente de gobierno, "¿Qué crisis?". Y sí claro, efectivamente, de esa estampa, caminando hacia delante pero desplazándonos hacia atrás, tendría mucho que decir también el coreógrafo de Michael Jackson.
Separados desde 1983, la vida ha movido por sitios muy distintos Davis y Hodgson, éste último sin ninguna prisa vital ha decidido también cobrar su parte del canon de autores. Eso sí, sin el aparato propio del gran circo del rock, ni "sus cultos y sus pompas", y a poder ser (que no) en recintos medios. Al menos esa es la ambientación que se le supone al concierto que dio en Atarfe, aunque fuese en una plaza de toros, la de la cercanía y la (imposible) intimidad: él y su fiel escudero el saxofonista canadiense Aaron MacDonald y una macetas. Sin más (super)trampa ni cartón. El resto, la cosa de la emotividad, que la ponga el público "esta noche por favor cantad conmigo" dijo. Y la puso la gente, ejerciendo también de palmera sección de ritmo. "Yo os daré un poco de mi amor... ¡vamos a la feria" anunció a cambio.
Con sus teclados y una guitarra de 12 cuerdas para tener algo más de cuerpo en el sonido, Hodgson dio un auténtico concierto 'desenchufado', minimalista pero suficiente unido al aporte calido de la nostalgia del oyente, que en este tipo de retro-conciertos garantiza el éxito absoluto. Él estuvo perfecto, con el misticismo del blanco riguroso por color (¡sin su habitual camisa de puños rumberos!) y su voz -esa voz- impecable en todo momento, trepando hacia arriba sin complicaciones hasta sus característicos falsetes de antaño. Con buen humor y ganas de comunicar solventó los momentos de calma chicha, a mitad de concierto, como si estuviera actuando, por ejemplo en la Tertulia sin ir más lejos.
Sus ganas de agradar obviamente incluyen no solo esforzarse por hablar en español sino interpretar lo que el pagano en taquilla quiere escuchar, y eso excluye casi al completo su intermitente producción propia para centrase en los estándares de su antiguo grupo, recibidos cada uno de ellos con un coro de 'ohhhhs' y 'ahhhs' de quienes bordeando el estado hipnótico revivían una lejana adolescencia; remota casi, a juzgar por la edad media de la platea.
Así que comenzó con 'Take the long way home', título de la gira y de su último trabajo, en formato DVD, grabado en la ciudad de Montreal. Por si había alguna duda nada más llegar la segunda, la cantarina 'Give a little bit' con su trino imposible, ya estaba todo el pescado vendido. Pero había más como 'Lovers in the wind' antes de que la introducción a 'The logical song' hiciera arreciar tantos aplausos como sensaciones placenteras. En su programa no faltaban 'Breakfast in América', 'Even in the quietest moments', 'Don't live me now', 'It's raining again' o la juguetona 'Dreamer', que debieron sonar (o no) cuando el arriba firmante estaba ya escribiendo estas líneas.
Canciones convenientemente peladas de todo artificio y que, paradójicamente, en su momento establecieron la categoría de pop sinfónico para adultos, sorprendiendo entonces por todo lo contrario, por los exuberantes arreglos y las trabajadas orquestaciones que ofrecían: Supertramp era el grupo siempre elegido por los vendedores para comprobar las prestaciones de los 'equipos hifi' en las tiendas. Canciones que perviven agazapadas en el inconsciente colectivo y curiosamente despiertan con apenas el trazo fino de una simples melodías al piano. Estoooo... ¡claro que hubo (super) trampa! ¡La del recuerdo! Y es que cualquier crisis pasada siempre fue mejor.
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