Texto y foto: Juan Jesús García
Spyro Gyra, el fulgor del jazz eléctrico
Spyro Gyra es un nombre conocido por varias generaciones, desde los que oían música en los setenta, cuando se convirtieron en una referencia del jazzrock, hasta para sus hijos y los hijos de sus hijos: en el Google tienen casi el triple de entradas que por ejemplo Morente. Son diez millones de discos vendidos y eso obliga, por ejemplo al lleno del Majuelo, y también a la heterogeneidad del publico, en edad, oficio (muchísimos músicos) y procedencia. Como ocurre con los iconos del smouth jazz cuentan incluso con verdaderos fans, y en Almuñécar hubo hasta quien se presentó siguiendo su gira peninsular noche tras noche. Para algunos el 'smooth' no es un género muy apreciable por sus prolongaciones comerciales, pero esta permeable fusión espectacular de estilos tiene su máxima celebración en directo, donde brilla con su máximo esplendor, donde muestra sus deslumbrantes posibilidades. Y al que le gusta muere por ello, los otros ni aparecen. En Almuñécar no había precedentes de semejante entusiasmo en el bakstage, subiéndose los fans al escenario al final, reclamando autógrafos, casi robando baquetas, fotografiándose con ellos... como si en vez de músicos de jazz fuesen la estrellita de consumo adolescente de temporada. Fuerte.
A pesar de haber rebasado hace tiempo la cincuentena la música Spyro Gyra debe contener efectos antioxidantes, tanto porque es la misma de hace más de un cuarto de siglo como porque sus practicantes se mantienen con una energía impropia de su edad, trabajando muy animados, agitados y festivos a lo largo de toda la noche, y fue larga: dos horas.
El grupo de los socios fundadores Jay Beckenstein (impecable en todo tramo) y Tom Schuman (en lo suyo, aunque esos teclados repudien a muchos) abrió en tromba con 'Jam Up' un funk cardiaco donde se lucieron ya desde el principio el espectacular baterista Bonny Bonaparte y el guitarrista cubano Julio Fernández, responsable también del giro caribeño de algunos momentos del concierto. Todos componen y el bajista Scott Dubush es quién firmaba 'Island time' puro calipso.
Subidos al carro funk bruñido hasta cegar (con añadidos de ahora como algo de raga o algún rapeado) y la absoluta precisión marca de la casa, siguieron con 'Simple pleasures' y 'Get Busy' sonando ya alguna marimba emuladas, drums-steel de bote.... situándonos según el GPS entre Trinidad, Cuba y Tobago, es decir en cualquier agencia de viajes. Y es que SG es ese grupo anónimo que suena en numerosos establecimientos como música de ambiente y en múltiples anuncios, cortinillas de radio y televisión, sintonías.... Autopublicidad subliminal que funciona como ejercicio mental: ¿dónde habré oído yo esto antes?
Tener treinta discos da para mucho, aunque ellos se centraron sobre todo en el contenido de 'Good To Go-Go'. Los más añosos disfrutaron con 'medley' donde asomaron las legendarias melodías de 'Shaker Song', 'Cathering the sun' y 'Mornin' Dance' entre otros registros de sus primeros tres vinilos. Antes de la mitad del concierto el cubano Fernández, cercano en edad y feeling tostado al chicano Carlos Santana, ya nos había llevado de excursión por su tierra, aunque como autor de la pieza final 'Funkyard Dog', también mostró buena maña para el funkrock. Una pieza en la que Bernstein realizó el vistoso numerito de tocar dos saxos simultáneamente que pone a prueba la calidad de las cámaras de lo teléfonos de última generación. Final para la posteridad que ya debe andar por el Youtube.
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