Texto y fotos: Eduardo Tébar
Los Magnolias: Mejor tarde que nunca
Al mismo tiempo que Two Gallants destilaban virtuosismo en otro punto de Granada, la Vogue acogía la actuación de una referencia obligada en la historia del punk-rock-power-pop. Un reducido número de personas presenció una de esas ceremonias de las que luego se recuerda con orgullo que 'yo estuve allí'. Los Magnolias andan inmersos en su primera visita a Europa tras 24 años de kilometraje en la furgoneta. Después de patearse salas de pequeño y mediano aforo en Francia, la llegada a España del combo de John Freeman ha generado una expectación desproporcionada con la suerte comercial del grupo de Minneapolis.
Cuando el rock atravesaba en Estados Unidos un estado de gracia a principios de los noventa y vecinos suyos como Hüsker Dü se erigían en nombres de culto, los hermanos pequeños de los Replacements caían en un increíble glosario de despropósitos. Ahora, con más arrugas y menos pelo, aunque con las mismas canciones memorables, se toman la revancha por medio de conciertos entregadísimos. Y por más que el sonido fuera mejorable, un demacrado Freeman -y cada vez más parecido a Paul Weller- se esforzó en aumentar la intensidad hasta dejar exhausta a la selecta asistencia.
A sus 44 años, el guitarrista y cantante de los Magnolias ha juntado casi al completo a la formación del mítico 'Off the hook' (1992), uno de los mejores discos de power-pop jamás grabados, según la opinión unánime. Pero sólo dieron viraje a la mitad del álbum, que reservaron para una frenética traca final con 'Tear up this town', 'Complicated fun' y el cierre con la corrosiva 'Hello or goodbye'. Entre tanto, el enjuto compositor reivindicó el brillo de su cancionero menos escuchado, como el rock n' roll agreste de 'Torture yours' o la sombría 'Where do you go', así como otras rarezas incluidas en una publicación que titulan -acertadamente- 'mejor tarde que nunca'.
En la última década no han dejado de realizar bolos esporádicos. Es evidente el buen ambiente que se respira en la alineación, donde el baterista Tom Cook ejerce de preciso maquinista rítmico y alegre conciliador de ánimos. Además, la guitarra solista de Eric Kassel ofrece una visión enriquecedora a los riffs -tan básicos como clásicos- de John Freeman, atreviéndose con punteos de una sombrosa digitación, más propia y estereotipada en otros estilos. Siempre a caballo entre el rock de trote setentero, la sobriedad narrativa de Tom Petty y la nueva ola de coordenada Buzzcocks, los Magnolias portan ese código identificativo tan difícil de lograr. La personalidad de los que se sabe que un tema es suyo con sólo oír los primeros segundos. Quizá, en estos momentos de repetición a granel impongan su legítima hegemonía. Se lo merecen.
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