Texto y fotos: Juan Jesús García
Martirio: Copla con nocturnidad
Maribel Quiñones creó un personaje sin par que ha sobrevivido ya treinta años y ha ido creciendo hasta hacerse intercontinental (la prensa neoyorkina se rindió ante ella y en Cuba la adoran). De aquella medio freak andaluza pre-postmoderna 'arreglá pero informá' queda poco en esta señora de la copla nocturna y alevosa. Apenas un recuerdo a su 'madurtio interesante' rememoraba aquel personaje colorista, vistoso y barrial, aquella 'maruja ilustrada' que diseñó junto a Kiko Veneno abriendo brecha en el colonialismo de la fluorescente movida madrileña.
Amiga de todo tipo de aventuras y cruces imposibles, su encuentro con Chano Domínguez cambió el paso de su carrera, y supongo que hasta de su vida. Hasta convertirla en una voz peculiar (y limitada) que dejaba de lado los complementos para ir a la esencia pasional de la copla andaluza, eso sí, a su manera. Y su manera es el jazz que encaja como sedoso guante negro en la siempre sanguíneas historias del género. Lo ha hecho inlcusop con auténticos monstruos del jazz americano en su último disco, y hasta su experiencia cercana al 'filin' resultó original y atractiva. Aunque nada de este repertorio tocó en Peligros, como queriendo ajustarse a la semana dedicada al copla que viene organizando la localidad.
Con un acompañamiento mínimo pero intencionado: el piano del gigante del jazz andaluz Jesús lavilla y la guitarra, más 'flamenquizada' que flamenca de su hijo Raúl Rodríguez (tresero en Son de la Frontera), Martirio abundó en sus discos 'Copla de la madrugá' y 'Acoplados', ambos firmados junto a Chano. Tampoco abusó de su incomparable y entrañable gracejo, pero cuando asomó en alguna presentación forzó al sonrisa cómplice, sobre todo de las damas presentes.
El tiempo también ha rozado las primeras aristas de esta aventura imperfecta hasta dejarlas romas y suaves, logrando que 'sentío' y 'swing' se complementen, y que incluso unos fandangos de Huelva arrimados casi al blues suenen coherentes, tanto como unos Quintero, León, Quiroga, Ochaíta, Solano, etc., que parecen clientes del Village Vanguard. No pudo faltar su homenaje a Carlos Cano, recibiendo y despidiendo con aplausos su 'María la portuguesa', como tampoco sus interpretaciones de 'Tatuaje', 'La bienpagá' y 'Ojos verdes', auténtica reto por su monumentalidad histórica y sentimental, que en el caso de la última, con la que también terminó, llega hasta tener dos ambientes, uno de noche en la mancebía con un Lavilla deslumbrante, y otro ya de día, con el guitarrista al relevó y un ritmo enérgico despidiendo al jinete de los ojos verdes y sabor a menta y canela; un trabajo muy logrado de reubicación histórica sin perder la potencia de las palabras, como todo lo que cantó.
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