Texto: Juan Jesús García
Fotos: Lucía Rivas
Roger Waters: 'Autotributo' a Pink Floyd
Pink Floyd nunca llegaron a tocar juntos en España. Ahora las dos fracciones, a las que el material 'propio' posterior no ha devuelto al nivel de crédito de entonces (si bien ha demostrado que Dave Gilmour sabe hacer excelentes ejercicios de estilo) han estado paseando repertorios muy similares y haciendo cajas gigantescas con sus discos cumbres de popularidad, sobre todo 'La cara oculta de la luna' como se decía aquí, y el 'Whish You We Here', además de 'El muro'. Turno ahora para un conciliador Waters (él quiere 'arrejuntarse' pero los otros no le necesitan) de apurar el legado al que tiene derecho como el que más porque el material es más suyo que de nadie. Así que el concierto de Atarfe, epílogo extra de varias presentaciones a sus giras de años anteriores, fue un homenaje en toda regla al periodo 73-79 de la banda; un 'autotributo' al "cuando fuimos lo mejores" que cantaba Loquillo.
Hablando de Pink Floyd no cabe objeción técnica ninguna: ellos inventaron la perfección. Así que su concierto de su bajista es lo más aproximado a sentarse en casa ante el DVD y poner el reproductor en función, no 5.1, sino 500.1. Todo gigantismo, rock aparatoso, multidimensional, circo polipista, titánico con iceberg incluido y película también. Así que cuando 'In the flesh' comenzó con su marcial evocación... ¡a 'flipar'!... minuto y medio hasta que un apagón en al amplificación destapó las esencias de los consejos: "cámbiate a XP tío, que el Vista falla", "Sigue a pelo, como Estrella Morente" y eso sólo a lado de uno.
De las entrevistas que ha dado se desprendía una cierta añoranza del compañerismo del formato grupo. Y razones no le faltan por que la complicidad entre colegas, ese tuteo de igual a igual, no se deduce de su puesta en escena; es él (perdón: ÉL) y una solvente orquesta respetando el escalafón: es Waters aunque lo que suene sea el grupo Pink Floyd; por cierto que un Waters al que el tiempo a exagerado sus rasgos faciales hasta casi hacer una caricatura a lo 'Sin city' de su rostro.
Tras una introducción proyectada de tintes vintage con una radio de válvulas en sepia, su botella de whisky y un ('ay', ya prohibido) cigarro humeante, la entrada fue de poner firmes a la tropa, con los puños cruzados sobre un rojo sangre coronado de fuegos artificiales. Nada más empezar ya sabíamos que nadie iba a echar de menos a sus antiguos compañeros y que los punteos Gilmour los hacía clavados Dave Kilminster (con el apoyo de Snowy White y según el lineup oficial el veterano maldito Andy Fairweather-Low ). Con el 'Muro' habíamos topado, y en su primer acto llegó también 'Mother' a modo de zanahoria, una vez recuperado el audio con un espléndido lucimiento de (a ojo de buen miope debía de ser) Katie Kisson. Para hacernos una idea de los Pink Floyd remotos que nos perdimos de jóvenes sonó el orientaloide nirvana de 'Set the controls for the heart of the sun', psicodelia govinda con denominación de origen y vistosos pantallazas de aceite (¡como en el UFO!), enlazada vía galáctica -que es lo suyo- con el álbum de fotos sonoro dedicado a la memoria de Syd Barrett (esto... y también de Jesús Quintero) con tres retratos infalibles: 'Wish you were here', -¡ese punteo!-, ''Shine on you crazy diamond' y 'Have a cigar'; zona impecable hasta el estremecimiento, incluido el frenazo de ecualización y fader de esta última, aprovechado por el personal para dejarse oír.
Concluido el recuerdo del fallecido compañero de imagen presente desde la pantalla (casi parecía un vicedoclip suyo) arribamos a la que probablemente fuera la parte no por menos conocida más despreciable: 'Southampton Dock' y 'The Fletcher memorial'; así que, si hay que señalar el punto de mayor dramatismo vocal de Waters casi en toda su vida aquí estuvo, en sus últimos momentos con Pink Floyd ('The final cut'). La parte primera de 'Perfect sense', cita del bajista ya autónomo, fue introducida utilizando unas frase de la tramposa computadora HAL 9000 ('2001' está en el origen de muchos efectos visuales de la noche: léanse aquí al lado estos detalles) sobre una ambiente ligero de percusiones de tracción manual servidos por Graham Broad (que luego tendría en 'Time' su momento estelar clonando con su timbalera a Nick Mason). Esta pieza, con perfil de himno y temática lapidaria, sirvió para que nuestra P.P Arnold (vive en Salobreña) inundara de soul la Vega entera, desde Atarfe a Santa Fe, por lo menos. Fantástica.
La primera parte terminó con un 'Leaving Beirut' y un Waters de púlpito arengando a los feligreses a partir de una pieza rebelde, embridada por un riff guitarrero de puro blues con el encargo de ir dando tensión (a nosotros nos tocó la versión guitarrera no la B, con violín) y un pico final de tenor marca de la casa. Memorial crítico sobre Oriente Próximo que desembocó en otro de los pasajes Floyd más célebres, el de 'Sheep', con el indómito cerdo volador que estaba tan aleccionado tras fugarse que ni siquiera voló, arrastrándose y dejando a los cazarecompensas con ganas.
La segunda parte estuvo dedicada íntegramente a la recreación de 'The dark side of the moon' con una exactitud absoluta a lo grabado aunque en ausencia de Gilmour y Clare Torry (ésta, por sacar punta, sí tenía un timbre distinto a Carol Kanyon, más lírica, en 'The Great Gig In The Sky'). Cuando escribo lo de absoluto incluyo todos los puentes entre temas que hicieron de ese disco el primer álbum del rock sin solución de continuidad como una película. Curiosamente, a diferencia de otros conciertos como aquel de C.C.R., también Atarfe, que encogieron los tonos para recordar las grabaciones de vinilo y no falsear el recuerdo, Waters se aprovecha de la espectacularidad de los equipos contemporáneos para sacarle el máximo de efectividad en frecuencias y brillo a su versión, que por otra parte necesita de diez personas (con su hijo Harry en los teclados, el pletórico saxo de Ian Ritchie y Jon Carin, un comodín que se lo sabe de memoria porque toca lo mismo en los Floyd) para ser reproducida en directo como nunca antes había podido sonar 'La cara oculta' cuando el grupo estaba al completo. Ahora, treinta y cinco años después, ya sí se pude tocar. Entre los diez reconstruyeron ese disco totémico de sueños, miedos, visiones y locura. Siendo 'Eclipse', el tema que iba a dar originariamente título al disco, el punto álgido de su presentación con el previsto prisma suspendido en el aire descomponiendo la luz blanca, en un efecto metafórico que no por conocido deja de desconcertar.
Mientras se escriben estas líneas Waters y los suyos tenían previsto retomar 'The Wall' para los bises, y aunque la potencia coral del ladrillero 'Another brick...' es una garantía de varias vueltas al ruedo y salida por la puerta grandísima, debe pensar que no es bueno irse a casa con tanta energía dentro y suele descomprimir lo ánimos con 'Vera' y 'Bring boy Back', acompañando de más cohetes 'Comfortably numb' para despedirse. Toctoc ¿quién es? Roger Waters ¡Abre la muralla!.... ¿y Julián Muñoz? ¡¡¡¡¡Cierra la muralla mucho más!!!!!!!
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