Texto y fotos: Juan Jesús García
Vegas & Rosenvinge: Primavera regular
Esa asociación (de momento) temporal de empresas que corresponde a estas siglas pasó por la Copera en un jueves de especial intimismo (en otra sala actuaba Daniel Drexler, otro que tal pero en versión Mar de Plata) dejando un extraño sabor a metálico y soledad en la boca. Ambos tienen una trayectoria muy valorada por sus seguidores que en el caso de Christina es mucho más larga y zigzagueante (¡desde 1979 con Ella -que era ella- y Los Neumáticos!), y salvo colisiones personales nada parecía indicar que este encuentro se produciría. Y sucedió, y es que ambos son amigos de establecer relaciones musicales, sean con Corcobado o Bunbury el uno o desde Sonic Youth a los músicos de Sabina la otra.
En directo, la oscuridad del entorno, la penumbra, real y emocional, desinfló el estereotipo efusivo de un concierto al uso, ese toma y daca que siempre reseñamos como 'esencia de la comunicación colectiva', para dejarlo -salvo en un par de breves momentos- en una serie de experiencia individuales simultáneas. Tampoco ellos son Pimpinela, ni Víctor o Ana, entre indolentes e incomunicativos, además de silencioso, ambos se dedicaron a lo suyo. Ella con su piano y ocasionalmente las guitarras y Nacho con la suya, sin mayor exteriorización de complicidad más allá de la autora de buena parte de los temas, que la otra fue de sus repertorios personales.
A la voces como la de Vegas (y las de Cohen, Aute o Sabina sin ir más lejos) siempre les ha venido bien el complemento en directo de una voz femenina de apoyo. Es también su caso, dando nuevo color a sus dolientes historias, aunque sea la mínima voz de la Rosenvinge, que ha sabido hacer arte de escasez con su minimalismo, vocal e instrumental. Los dos estuvieron bien arropados por un trío con caras de confianza y sintonía con el tono violáceo del concierto.
Como es lógico 'Verano fatal' fue el centro de la noche, con los gélidos 'Ayer te vi' y 'Humo' en similar disposición e inversión vocal. El guiño al pasado remoto de Christina que es 'Que nos parta un rayo' engarzó correctamente con la bella 'Días grandes de Teresa' pieza antigua dedicada a su hermana por la danesa (que debe dormir en el congelador, por fría y por que está igual que hace veinte años). En el mismo tono casi naif se escuchó su piano de juguete en 'La plaza de la soledad', seguido del matiz Ry Cooder del punteo director de 'No pierdes lo que das', y el aire semifolk de 'Sabado'. El momento más crujiente de la noche llegó al retomar Christina su época neoyorkina con 'Submission', en inglés y kilos de distorsión, reconducida a la melodía del tema central de su disco (para algunos casi lo único reseñable de la grabación). Un momento altisonante coherentemente resuelto, por arriba con la briosa 'Tock tock', y por debajo con la canción que Michi Panero le inspiró al asturiano.
Al final más contrastes, ella sola a modo de nana con 'No lloro por ti', los aplaudidos (los más templados de la noche) 'Dias extraños' y una desconocida 'La muerte sentimental'... Pero no hay que llevar las cosas tan lejos, solo dejarlas en regular. Otoño en primavera que dirían los Niños Mutantes.
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