Texto y fotos: Juan Jesús García
Sidonie: Canciones de estira y encoge
Los catalanes de Sidonie van paso a paso aumentando su clientela en Granada. Primero, en plena cresta promocional de grupo promesa indie llenaron el Planta Baja, y repitieron después; doblaron la clientela en la Tren ya el año pasado y ahora, con hechura de grupo pop 'en español', la han vuelto a doblar en la Copera, auque les queda sitio para el medio millar más de personas que meterán el año que viene. Todo se andará.
Decían el otro día que "por sonido u otras circunstancias, hace tiempo que no hacemos un super bolo en Granada". Parece que han saldado esa deuda con su concierto en la nave de Armilla, tras casi dos horas de actuación y el considerable desparrame habitual.
Tras su expedición argentina han venido reforzados con dos músicos más, teclados y guitarra solista que completan el sonido, ya suficiente del trío; permiten más libertad en el escenario y añaden ondulantes horizontes nuevos por los lados, precisamente lo que necesitaba este grupo para acercarse a lo que graban en el estudio, donde ellos aseguran (de nuevo en la parte obviada del entrevista) que se "exprimen como artistas" más que en directo. Sin embargo, como es el caso también de su admirados Sunday Drivers, en concierto suenan con convicción y sin esfuerzo ninguno, naturalidad que le separa de toda la tropa para los que una actuación es un estresante trauma que agota al espectador. Ellos se conocen bien el entorno, se saben de carrerilla su pasado filogenético de músicos (sobre la marcha pueden improvisar ¡por Gram Parsons!), y que el pop y rock no nació hace quince días. Y lo usan: como en el caso de los toledanos, sus melodías suenan a ya escuchadas, pero resultan inubicables puesto que las canciones proceden de una afortunada metabolización de la historia del rock and roll; recordemos aquí que se conocieron como grupo de versiones antes de comenzar como Sidonie, hace diez años.
Adoptado el bilingüismo hace dos discos, Sidonie rueda por el escenario suelto, con estampa de banda muy hecha y envenenando de melodías a un público que, por el grado de efusividad, ha llegado en su mayor parte al grupo ya castellanocantante. Para ellos las canciones de 'Costa azul', con esa psicodelia de cuento de Alicia, galletas de estira y encoge, ensambladas con gusto y conocimiento de causa y con imprevistos arranques de energía para romperle hechizo sensorial ('Nuestro Baile de viernes', por ejemplo), fueron el programa de mano su concierto: desde 'Persona' con la que abrieron a la caleidoscópica 'Giraluna' ya al final. Se reservaron los muy vivos para los momentos estelares su coqueteo con los ritmos automáticos, la utilización del sitar (como si fuese la 'guest star'), los ya residuales disfraces o su descenso entre el público para tocar, dejar tocarse y sobre todo fotografiarse.
Sí, fue el concierto que tenían pendiente y que debían a Granada.
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