Texto y fotos: Juan Jesús García
Digital 21: Bailando, me paso la noche bailando
Miguel Mora, es decir Digital 21 cerró en la madrugada del viernes, ya sábado, el Festival 'Circus Rave' en una sala Tren llena hasta la calle, donde se refrescaba casi tanta gente como dentro. Y a cubierto todo un despliegue de decoración, tintineantes proyecciones y carpa-rave incluida con sus luces negras y todo. Mora y sus compañeros, uno toqueteando un ordenador, otro una batería (por supuesto) electrónica y él sus teclados, ordenadores, separadores, guitarra, theremin y sitar además de cantar, se reservaron el cierre de la noche tras una colección de nombres programados como Eat Prunes, White Trash Multiman, Batucada Menta... entre ellos los que venidos de la Alpujarra para celebrar el recuerdo la Fiesta del Dragón fueron muy vistosos, divertidos y anómalos en una rave ortodoxa.
Mora es músico, compositor, cantante, arreglista, programador, productor, director de videoclips, realizador, dj, diseñador, realizador de vídeos..., agota leer su tarjeta de visita, pero más verlo en el escenario: inagotable y energético como si metiera los dedos en un enchufe. Acompañado de proyecciones muy intencionadas y un mini rayo laser, recortando su cresta 'pelopincha' contra la pantalla por un insistente y cegador flash, Mora querer ir más allá de lo que es el mero concierto, de sus muchas posibilidades esta vez en versión dance, es decir sin pausa ni tregua durante hora y media. Dentro de esta turbomix, el disco 'Niclear' es recompuesto rítmicamente con las bases por delante, voces cíclicas y dinámicas con un perfil de diente de sierra, para hacer subir y bajar al oyente como en una brusca e imperativa montaña rusa.
Miguel empuja impulsivamente los temas gritando y escupiéndolos del escenario, para, en ocasiones, reducir su voz a un eco repetido y ausente que recuerda al Jim Morrison en pleno trance de The End, al que 'intertextualiza' como se dice ahora. Su emparejamiento con Fangoria para ver mundo por las Américas es más que coherente, porque ambos acuden a las mismas fuentes, el techno primitivo y de consumo y un evidente punzamiento punk, que en su caso es ética y estética: su 'Quiero ser santa' nos remite aun más al universo 'pegamoide'. Con 'Alarma', '25 party people', 'Rock guitar sex' o 'Sálvame' martillean tanto el cuerpo como el alma consiguiendo esa desconexión sensorial que toda música repetitiva pretende, mientras que 'Psicho sitar' (curioso ejercicio de sitar en bandolera como una guitarra flamenca) recompone los maltrechos umbrales de la percepción, para, ya al final, arreciar con una dedicatoria al presidente Bush (me temo que a su madre también) el brutal 'The killer', con un Mora fuera de lugar ya trepando por la estructura de la carpa y descolgando los brazos sobre el público. En un espacio en el que es sorpresa va indisolublemente unida a la fugacidad, Mora-Digital consigue con pocos medios para lo que se ve por ahí delimitar su propio espacio y presentar un espectáculo competitivo, y eso aquí ya es mucho.
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