Texto y fotos: Juan Jesús García


Ron Carter: Etiqueta Negra

Se veía venir, pero fue mucho más majestuoso que lo previsto. Ron Carter fue la otra cara 'A' del festival de jazz en este fin de semana que empezó con un KO técnico para reencarnarse en un clasicismo de altísimo nivel, tan clásico que no sé si al invocado (en disco y concierto) Miles Davis le hubiese gustado semejante formalismo de etiqueta. Sin embargo cabe reseñar que al público le encantó, y hay que reconocer que fue simplemente precioso: jazz en estado puro y negro, de cinco contrabajos en la guía 'miguelín'.

Ya simplemente la noticia de su nombre puso en alerta a los cazadores de conciertos históricos, y es que la casa fundada en 1937 tiene todos los avales para ser considerada como legendaria, lo que se traduce en la venta total de entradas, y así ocurrió, quedando sólo vacías las de las 'autoridades' que no tiene mucho aprecio por esta música ni la decencia para devolver sus entradas y que las aprovechen los que sí saben valorar la cultura: resulta lamentable observar en las primeras filas muchos asientos vacíos mientras en la puerta otros muchos no podían comprar esas entradas, que además, para mayor escarnio, saben perfectamente que están vacías, porque ocurre siempre. Como resulta asombroso que se hagan conciertos de esta altura con la parte media del teatro cerrada desde hace ya ¡años! privando al público de poder asistir a conciertos como el de Ron Carter ¿pero tanto se tarda en remodelar una docena de filas de butacas?

La misma elegancia que Ron Carter tiene en su alto porte y su sentida expresión cuando toca es la que invade toda su música y los conciertos que da. Sus grandísimas manos destilan sabiduría en cada uno de sus pliegues de su arrugada piel y, de cerca, sus ojos, cerrados salvo cuando daba la entradas a golpe de mirada, tiritan con cada nota. Impresionante. Dotado de un sonido neto, impecable y seguro, sabe elaborar música con señorío, naturalidad, contenida imaginación y una elegantísima sobriedad.

Foursight, no son más que un trío de piano con el añadido de un cascabelero percusionista, formato de etiqueta para un concierto que pudiera escucharse (verse) en términos cinematográficos como un largometraje (de una hora), con el añadido de un par de cortos más. Presentaban el último trabajo ('Dear Miles') dedicado a la memoria de los años que pasó con Miles Davis "éramos como unos alquimistas en un laboratorio musical buscando la combinación musical perfecta" dijo en la rueda de prensa previa". Y con el tema que terminan ese disco, el sinuoso '595' comenzó su actuación, ese largo y pausado tema de una hora, con la decoración de 'Seven Steeps' y el 'My funny Valentine', en algunas escenas y otras, ay, con guardarropía de lunares para hacer sus particulares 'Flamenco sketches', no se si en recuerdo de la semana santa que fascinó al trompetista o como detalle para el respetable.

Con un sonido amplio y señorial, la nobleza de su sonido impregnó el concierto sin exigir ningún protagonismo excepcional, cedido al malabarista Stephen Scott en el piano, un músico para el que menos siempre será más y que hizo maravillas en pequeño; el fiel y discretamente resolutivo escolta Payton Crossley en la batería y el percusionista Rolando Morales, que al ser el más joven del grupo se le permitían todo tipo de añadidos e intervenciones desde su amplísimo juego de percusiones étnicas, aportando el colorido exótico de buena parte del guión.

En definitiva un concierto de los que ya no se hacen, claro que tampoco quedan vivos muchos músicos como Ron Carter.

El mítico contrabajista recurrió al clasicismo de mayor nivel

La presencia en el programa del festival de Jazz de Granada de un artista considerado legendario siempre crea una gran expectación que se traduce en una venta total de entradas, así ocurrió con el cuarto concierto de esta XXVIII edición, que con el teatro municipal Isabel la Católica lleno a ofreció el grupo del contrabajista estadounidense Ron Carter. El Festival de Jazz de Granada está organizado por el Ayuntamiento de la ciudad, Cervezas Alambra, Cajagranada y la Delegación de Cultura de la Junta, contando como entidad colaboradora con la Diputación Provincial.

Carter es un contrabajista excepcional, que ha grabado un cifra superior al millar de discos con todo tipo de intérpretes, desde músicos de jazz a otros de rock, funk, soul e incluso brasileña, tantos que él mismo no recuerda. Dotado de un sonido neto, impecable y seguro. Sabe elaborar música con elegancia, frescura e imaginación con una originalidad pasmosa y una dosis justa de sobriedad. La misma elegancia que tiene su alto porte y su sentida expresión cuando toca, invade toda su música y los conciertos que da.

Con el nombre de Foursight, que no responde más que a un clásico formato de trío de piano con el añadido de las percusiones ofrecieron un material de un clasicismo estremecedor, elegante, exquisitamente arreglado y soberbiamente interpretado en una suerte de pausado largometraje inicial de 60 minutos donde entraban y salian las melodías con una naturalidad absoluta. Presentaba Carter el último trabajo dedicado a la memoria de los años que pasó con Miles Davis "Son piezas que escribieron otros pero que nosotros tocábamos, con distintos arreglos y creo que a él le hubiesen gustado" como dijo en la rueda de prensa previa". Y con el tema que terminan ese disco, el sinuoso '595' comenzó su actuación, ese gran y pasuado tema de una hora por donde aparecieron también 'Sevcen Steps' y el 'My funny Valentine'.

Con un sonido amplio y señorial, y dirigiendo con sólidas miradas el hacer de sus compañeros. El majestuoso sonido de su contrabajo impregnó el concierto sin exigir ningún protagonismo excepcional, cedido al malabarista Stephen Scott en el piano, un músico para el que menos siempre será más, el fiel y discreto Payton Crossley en la batería y le percusionista Rolando Morales, el más joven del grupo y al que se le permitían todo tipo de añadidos e intervenciones desde su amplísimo set de percusiones exóticas.