Texto y fotos: Juan Jesús García
Johnny Winter, dinamita blanca
El nuevo formato del Tabaco Blues de Vegas del Genil quedó establecido definitivamente al segundo intento tras años de dar vueltas por estilos distintos y proyectos varios. Más de 3000 personas acudieron a Purchil para celebrar el décimo aniversario al calor de dos nombres que son parte de la historia de la música popular: el mítico Johnny Winter y el entusiasta Lee Rocker. Y ambos estuvieron al altura de su leyenda.
Antes de nada hay que agradecer a la perfecta organización del evento (en el escenario, regiduría, horarios, etc... y fuera de él), el detalle de señalizar por toda la Vega cómo llegar (y cómo volver, que no deja de ser importante) del Festival; gracias a ellos algunos granadinos como el arriba firmante (y todos los visitantes, que fueron muchos) supimos que se accede a los municipios de la vega desde la rotonda del Hipercor, algo que se debe dar por sabido desde la municipalidad o la Diputación porque no está señalizado.
Con una puntualidad inusual por estas latitudes el madrileño Edu 'Big Hands' salió para animar el ambiente del público que iba accediendo tarde y acostumbrado a los amplios retrasos 'd e cortesía' habituales en estos espectáculos. Con todo no se demoraron mucho ya que el patriarca Winter prefería tocar en horario de telonero (23h) y retirarse a descansar.
Eduardo 'Manazas' es un guitarrista polivalente de interesante punteo sin púa y con un sonido moderno y muy tratado de guitarra. Cuesta acostumbrarse a su aguda voz pero, a los pocos temas todo encaja en este admirador del espíritu contemporáneo de Robben Ford. En grupo resultó un perfecto introductor de un festival que ha hecho de la variedad el mejor antídoto de la aparente uniformidad del género.
Invitado por el albino tejano, el rápido guitarrista Paul Nelson ejerció de anfitrión para el abuelo Winter con un shuffle de sintonía con el que su trío (el bajista Scott Spray y el baterista Wayne Junen) entraron en calor. Viendo la llegada a el escenario de Winter, huesudo, encorbado y vacilante parecía increíble que este hombre de 63 años muy intensos pudiese reverdecer su mito, hasta que soltó el primer riff de su guitarra Lazer de juguete. Ausente, casi ciego, con los dedos deformados por la artrosis, Winter consigue un cortocircuito sensorial: que los que se ve sea lo contrario de lo que se escuche. Con un ataque brutal y un sonido altisonante eminentemente de bluesrock del duro, apenas fabricó el riff de un recio 'Hideway' supimos que su concierto iba a ser memorable. Lógicamente sin la digitación de ataño pero con una fiereza en cada punteo, el abuelo dio un paseo por el blues y sus alrededores en clave hard: es un sobado lugar común lo de los "punteos demoledores", pero la frase sin duda se acuñó por él. Pasó por la piedra piezas de Ray Charles, Little Richards, Freddy King (un pétreo 'Tone Down'), y para cuando llegó un potente 'Hoochie Coochie Man' de 'memorable' íbamos ya para 'histórico'. Lo iba a ser, de esos conciertos de los que orgullosamente se dice "yo estuve allí".
Apurando el formato power trío, Winter no necesita más, pero aún así invita a Nelson para hacer un 'Johhny guitar' a dos mástiles, duelo en el que el abuelo lleva el látigo de mando con cierta perversidad, pasando por su trituradora a dos manos también una imponente 'All nover now' de los Stones, que trae a la memoria la reflexión de de Keith Richards cuando aseguró que Winter toca mejor sus canciones que él mismo. Rigurosamente cierto. Y aún exhausto, tuvo tiempo para dos piezas más y para someterse al ritual de los bises, en su caso dolorosos porque necesitó asistencia para salir del escenario, pero sentado de nuevo extrajo energías de alto voltaje de sus guitarras para un trotón 'Mojo boogie' deslizado con el steel, y la definitiva 'Highway 61 revisited, de Dylan, cuyos derrapes dejan al original del de Minessotta a la altura de un carrilbici. Hay abuelos que fueron picadores, pero otros son dinamiteros. Palabras muy mayores.
Otra parte del público, menos porque se hicieron muchos claros entre la audiencia más veterana, había acudido para escuchar a un tercio de los Stray Cats, el esforzado Lee Rocker, héroe del contrabajo 'abilly' y un clásico en gustos y querencias. Más de veinte temas tocó flanqueado por dos correctos guitarristas (uno de ellos con la mítica Gretch 'White Falcon', la que fuera 'guitarra más cara del mundo') y un suficiente, todo lo más, baterista. Porque él llena las carencias de sus compañeros, con sus floreados arreglos, con su rapidez y exactitud implacable y una dinámica tendencia al espectáculo que lo hacen, además muy divertido. Cuando se rumorea que el año que viene los Gatos volverán, Lee ya los trajo con 'Rock this town', 'Stray cat strut' o 'Bring it back' entre otras, presentó su reciente 'Black cat bone' con varias piezas y no dejó de enviar guiños al espíritu de la Sun.
100% bailable, con el obligatorio regusto por el vibrato de época y un untuoso matiz surf, Lee fue un estimulante cambio de tercio parta el Tabacoblues, que remató ya de madrugada pagando alguna deuda: 'That's All Right, Mama', y dejando sitio para unos Travellin Brothers, bilbaínos, pero de la margen izquierda del lago Michigan.
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