Texto y fotos: Juan Jesús García
Dover y Fangoria: la madurez baila
Para asistir al primer concierto del verano hubo que acudir el sábado pasado al coliseo de Atarfe. Las altas temperaturas nos (des)vistieron de verano y aceleraron las ganas de que pasase algo en el fin de semana. Ese algo fue de entrada una sesión doble de baile en directo para mayores de edad con ya veteranos como Fangoria o reconvertidos a la luz de la pista como Dover. Algo más de 2000 personas de toda procedencia y sexo se citaron en el albero de la plaza de toros de esa ciudad que a este paso va desplazar la capitalidad cultural de la provincia unos kilómetros hacia el oeste. Gente muy diferente en edad e intereses a la que la semana pasada también llenó el coliseo con Marea, un nutrido paisaje con abundantes treintañeros marchosos, 'fashion victims' de luxe (también modelo juani de sábado noche), tendenciosos varios con y sin el más mínimo glamour, más de varias drags paseando su palco andante y algunas caras conocidas de esas que estos días se ven repetidas por las paredes. Fangoria es un clásico de la pre, en y post modernidad y Dover el grupo del año, así que de alguna manera era un concierto al que había que asistir para ver y dejarse ver.
Olvido y Nacho están viviendo una ¿cuarta? juventud haciendo más o menos lo mismo de siempre: su electro pop de historias nocturnas, intersexualidad explícita y guiños a las tribus de las noche. Definitivamente Canut ha abandonado el bajo para centrase en los teclados y las programaciones, llevando todo el peso sonoro junto con su habitual guitarrista Chris Khoo y ahora también la de Jesús 'Horror'. Distribuidos con su corista y dos bailarines con una perfecta simetría de plató televisivo en el escenario. Primero todo de blanco y luego todo de negro, el set de Fangoria sigue siendo una invitación a mover los pies, con todas la variedad de ritmos sintéticos de los últimos cuarenta años, desde los comercialotes a lo Moroder o el más sutil europeo, hasta el cañonero drum & bass, y sin ningún tipo de complejo por hacer guiños a sus antecesores por más 'trash' que sean (hay estribillos que ni Camilo Sesto). En resumen, y con una Alaska ejerciendo completamente de diva, soltaron su 'Extraño viaje' casi al completo con gracia, dinamismo y una presentación que empezó siendo de 'cutrelux' para ser definitivamente de lujo; la estancia de canciones como 'No sé que me das' y 'Criticar por criticar' en lo alto de las listas de ventas se tiene que notar en algo más que en duplicar el cachet. Y visualmente lo suyo es muy entretenido. Es lícito echar de menos la recuperación de alguna pieza de Dinarama-Pegamoides como hacían antes e incluso alguna de sus versiones imposibles, pero no sucedió; todo los más una introducción a los bises en plan glam realizando el trayecto completo entre Glitter y Marilyn Manson antes de despedirse con 'Cementerio de mis sueños' y 'Entre mis dudas'.
El mismo escenario multidimensional y modulable se cambió en tiempo record variando de disposición, apurando el 'excitador' para meterse entre el público, y con muchos niveles para que la menor de las Llanos realizase un auténtico ejercicio de concierto maratón con obstáculos. Si la reconversión desde el grunge al electrorock ha sido extraña pero rentable con el disco en la mano y una buena inversión en promoción, su representación en directo estaba por ver. Y desde luego plantea problemas a los seguidores de antes, ya que hasta sus temas más emblemáticos como 'DJ', 'Serenade', 'Devil came to me' o 'Loli Jackson' han perdido todo el aspecto guitarrero y han adoptado la cuadratura monolítica del baile, y si entras en el juego pues bien, si no...pues te vas, como hizo buena parte del público mientras actuaban los madrileños. Desde luego Cristina se lo trabaja, no para de agitarse y contorsionarse ahora que ha dejado en casa su Fender celeste. Vestida de colegiala y con coreografía de azafata informado de las instrucciones de socorro, nada queda ya de aquella chica desaliñada que exorcizaba sus diablos personales torturando su guitarra y escupiendo rabiosamente miasmas al suelo; como reciclada en colegio de señoritas nobles, ahora es una chica bien peinada, maquillada, revestida de boutique fina y con tratamiento de "niños y niñas" (¿?) al público. La falta de recursos en su proceso de 'enmadonnamiento' la suple con un plus de energía física, resistencia y 'gadgets' surtidos, como esa plataforma que la eleva hacia el techo cuando 'Let me out' despedía el concierto con su aire de banda sonora para pistas de coches de choque. Y es que ahora más que nunca la nueva Cristina Llanos es los nuevos Dover. Empezaron haciendo un pacto con el 'devil' y ahora se acercan al cielo con los brazos abiertos en una estampa casi bíblica.
Terminada la sesión bien entrada la madrugada la realidad se impuso una vez más con su ausencia de glamour: el serio embotellamiento para salir de Atarfe o el grasiento aroma de panceta a la brasa del chiringuito de la puerta nos recordaba que la discoteca con sus música, modelos, cuerpos admirables, luces y risas sólidas había cerrado. Se acabó el baile: "por favor ¿sería tan amable de soplar el alcoholímetro...?"
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