Texto y fotos: Juan Jesús García
La Costa Brava: La edad de oro del pop español
El mismo día que se juntaban por una noche la plana mayor y menor de rock granadino de los ochenta, actuaban en Granada La Costa Brava, que viene a ser ahora mismo lo más parecido a un grupo pop de los años sesenta en España, eso sí con la perspectiva suficiente como para prescindir de los manierismos de la época e ir a los esencial. Hasta cierto punto podrían ser considerados como un grupo clónico, pues clavan el espíritu jovial y ratonero de aquellas bandas y sus intenciones, que luego se llamarían pop por los historiadores de la música popular. Cabe preguntarse a qué se debe este regreso, por activa o por pasiva, directa o subliminalmente de los valores remotos del pop y el rock, pero si sirve para recordarnos en estos tiempos de ignorancia e impostura que esto, la música, la cultura musical... no nacieron ayer por la tarde, bienvenido sea.
El grupo de dos 'ex' como Fran Fernández y Sergio Algora pasó por aquí este fin de semana con su 'Velocidad de crucero', ¡quinto disco en poco más de tres años que publican!. Fertilidad discográfica que certifican la facilidad para hacer canciones de Fran y Algora, el primero, que además tiene que suministrar temas para Australian Blonde y Nixon debe ser una máquina de fabricar piezas. Semejante producción no desmejora lo escuchado ya que el control de calidad se mantiene activado, y el modelo permitía, e incluso obligaba a una absoluta variedad, cosa que ahora, cuando los grupos pueden tirarse años con la misma canción cambiada de nombre, ha caído en desuso. Peor si sobre el papel y el disco La Costa Brava son absolutamente defendibles, en directo la cosa resulta más comprometida por que las evidentes limitaciones vocales que tienen frustran sus altas pretensiones, sobre todo por la parte maña, propensa al continuo desentone. Quizás haya que recordar que aquí los Ángeles nos acostumbraron a la perfección y por debajo de eso los oídos chirrían.
Oyendo las canciones de La Costa Brava entran ganas de ponerse unos pantalones de pata de elefante para mirar la vida de otra manera. Son simpáticas, frescas, naturales, con un punto hasta naïf considerable y ese atractivo siempre veraniego que recuerda al Festival del Benidorm (veamos: 'Olímpicos' nos remite a los primeros bailables y, por ejemplo, 'Natascha Campusch' no desentonaría en el festival de San Remo defendida por Los Bravos). No faltó su (justificada) oda a Natalia Verbeke ni su "casi éxito" 'Adoro a las pijas de mi ciudad'. En el capitulo más revisionista resultaron ser el eslabón perdido entre Los Módulos y Mamá, y, sin la más mínima vergüenza terminaron por Julio Iglesias. Son como los discos de Iñigo y José Ramón Pardo, pero en concierto: La edad de oro del pop español.
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