Texto y fotos: Juan Jesús García
Mikel Erentxun: la mella de oro
La mitad más cantante de Duncan Dhu actuó anoche en el Auditorio Manuel de Falla. Y esta vez no lo hizo como parecería más adecuado para este local en tono acústico, sino montando el que puede ser mayor equipo de luces y sonido que se ha instalado sobre su cuidado parquet. Algo va cruzado entre Granada y este artista cuando sus anteriores visitas, en salas y con el público de pie, fueron presentaciones en formato pequeño y a tan poca distancia del publico que la mella dental más famosa del pop español parecía una boca de túnel, y ahora llega a todo trapo con su gente sentada y custodiada.
En aquellas primeras ocasiones los ciclomotores llenaban la acera de las salas donde actuó, hoy son ya coches y motos de alta cilindrada los que subieron a su público a la colina de la Alhambra. Y es que los tiempos cambian, y él ha sabido como nadie crecer con su público, el doble de numeroso también por ley de vida: en su mayoría fueron parejas (aunque a la hora de cantar eran preferentemente ellas las coristas). Una buena oferta '2x1' en el hipermercado del sentimiento cantado.
Bien armado por un grupo de los de tacón tejano y botas de "chúpame la punta", el plácido Mikel se nos ha convertido en un rabo de lagartija en el escenario capaz de sacar brillo al parquet revolcándose por el suelo y todo. Utilizó todos los recurso posibles, al principio salió con el grupo en tono más rudo, luego redujo la presión a guitarras acústicas, salió solo posteriormente, con guitarra primero (lució una colección entera) y sin ella después, para volver al final a retomar el poderío de los vatios de Eón-Endesa (creo) para recordar que 'En algún lugar' fue el principio de la historia de amor de su gente con venezolano más donostiarra del mundo. Le pidieron que se desnudase y él con su pícara falsa timidez se atusó el pelo todo lo más. También le tentaron con un solidario "¡Aupa real!" al que respondió con pena solidaria "mejor no hablamos de fútbol" (al parecer el 'sanse' va el último) y pasó a la siguiente canción. La verdad es que hablando este hombre nunca fue nunca la alegría de la huerta, su comportamiento ante el micro es más gestual y de miradas, esquivas, complacientes, cómplices...
Ese tueste californiano y la rugosidad eléctrica favorece un repertorio no menor, pero sí deudor de las coplas de cuando eran trío y luego dúo. El público más memoriado no paró de pedírselas en todo el concierto, y él entre las composiciones recientes, muchas de ellas de su disco 'El corredor de la suerte', iba goteando 'Una calle de París' primero, 'Cien gaviotas' después o un 'Jardin de rosas' fuera de programa. Su ausencia de éxitos homologables con aquellos hizo que 'A un minuto de ti', una canción de siglo pasado, fuese la más coreada, en realidad cantada íntegramente por el cariñoso respetable, que reaccionaba automáticamente a cada indicación del 'boss' Erentxun y sus "¡Arribas!", poniéndose de pie y hasta haciendo la ola, comportamientos infrecuentes entre treintañeros y menos en un sitio tan envarado como el auditorio.
Magnífico trabajo fue el del guitarrista solista, y el de una rítmica que parecían graduar sus dinámicas con un botón más que con la muñeca; reseñable el trabajo de iluminación ahora que cualquier mal llamado 'ingeniero' convierte un concierto en una discoteca, ¿y del sonido qué se pude decir? Pues que a pesar del cavernoso añadido de la bóveda del auditorio no molestó gran cosa, salvo a los del final del sala A, que tampoco eran tantos, pero sí la sombra terminal donde se 'escondían' músicos y aficionados de largo recorrido, de los que, por su puesto, juran que "nunca escuchamos a Duncan Dhu pero nos han regalado las entradas y teníamos curiosidad". Ahora se le llama curiosidad. Y es que, como a Pedro Navajas su diente, la mella de oro de Mikel Erentxun le lleva alumbrando el camino ya va para tres décadas y tres generaciones, con más curvas y algún derrape o colisión al principio, y ya liso, recto, saludable y feliz en la actualidad. Ya se sabe: los que escucha unidos a Mikel Erentxun... permanecen unido; antes partía corazones, ahora lo une.
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