Texto y fotos: Juan Jesús García


De la Rosa: Y de la espina

Julio De la Rosa es algo así como un corredor de fondo imperturbable e incansable, que sigue la línea que se ha marcado hasta el infinito, eso sí, sin dar vueltas al mismo espacio como el atleta. El jerezano es menos fornido y sus ejercicios son de intimidad con más oscuros que claros, confesiones con lengua de lija y apenas luz al final del túnel.

Nunca llegará le primero, pero ahí está con su propia velocidad de crucero. Con esa prisa sin pausa lleva ya dos discos en solitario tras liquidar a los siempre elogiados Hombre Burbuja, una formación que como tantas otras andaluzas pagó su distancia de los centros de decisión, mentideros oficiales y demás cortesanos surtidos. Aún así los libreoyentes que no tiene que pagar precio ni servidumbre tiene en Julio a un casi mito de la auténtica independencia. Y por nombrar a dos de sus defensores a ultranza citaré a Bunbury, que le ha editado su libro de narraciones, o Ainara LeGardon, que tenía que haberlo acompañado este jueves. Lo que son las cosas las cosas, el día que el maño errante haga un dúo con De la Rosa, pasará como con Nacho Vegas, que el tímido jerezano pasará a vender muchas entradas y será objetivo de los vendedores de humo. Pero mientras llega ese momento, es un placer escucharlo, y sentirlo al alcance de la mano y con los sentimientos a flor de piel en un día plomizo digno de un sepelio.

La autora madrileña no pudo venir a Granada como estaba anunciada, sí lo hizo el percusionista de Doss (y Pleasure Fuckers) Jorge Fuertes, contrapunto rítmico mínimo que sirve de toma de tierra al De la Rosa más "Juanpalomo". El tiempo en que ha estado actuando solo le ha permitido autoabastecerse con notable soltura: pregrabaciones, bucles, retardos...que le habilitan para la creación de autoacompañamientos y ambientaciones que enriquecen formalmente sus interpretaciones hasta rozar la autosuficiencia, por ejemplo, de un Dominique A. Curiosamente su disposición, a pesar de la gravedad de lo que canta, es más relajada que la de buena parte del público, que le suele escuchar en silencio y casi con el fervor que supone estar ante alguien especial, tanto como sus canciones, con historias que puntúan muy alto en dramatismo y no evitan el choque frontal, contra todos, pero sobre todo contra uno mismo.