Texto y fotos: Juan Jesús García.
Raúl Alcover: la voz que no cesa
Lo primero es lo primero, ¡qué voz! Ahora ya podemos seguir. Corredor de fondo con no pocas vallas, Raúl Alcover presentaba el miércoles 22 de noviembre ante un Isabel la Católica lleno su nuevo disco 'El Musicante'. "Gracias por venir aunque haya fútbol" dijo, aunque afortunadamente por más que nos empeñemos en los medios en uniformar nuestros entorno los hay, y bastantes, que siguen teniendo la manía de pensar por si mismos. ¡Qué podría contar un Drexler cuando cantaba por los bares y los mismos que ahora le babean le negaban el pan y la sal por ser "otro cansautor más"!
Raúl también es un librepensador al que las lentas inercias del trabajador de base le han hecho en ocasiones llegar tarde a registrar lo que era suyo por calendario y ya usaban y rentabilizaban otros. Pero a pesar de estos contratiempos nunca perdido el interés por hacer excelentes canciones y muy meticulosas presentaciones.
En este concierto (y disco) Alcover se parta completamente de los anterior suyo, más enraizado en músicas populares, ahora ha buscado sobre todo en su memoria sonora quedándole un disco (y un concierto) difícil de ubicar y mucho más abierto, y como siempre con algunas ventanas entornadas (¿la de Lapido es una?) para poder seguir refrescándose.
Abrió la noche dando las gracias a sus maestros, a Camarón, a Hilario Camacho y a Poncho. Con Antonio Campos resolvió por bulerías sus pasado flamenco y entró en materia. En un escenario mágico pensado y organizado por Paloma Vázquez revolviendo en desvanes y chamarilerías hasta encontrar, lámparas, libros de Hernández o discos de Its a beutiful day, lograron que estuviésemos como en el cuarto de estar de casa. Hablar de 'el musicante' es volver una y las veces que haga falta sobre su voz, ese chorro impoluto que ni siquiera los años parecen capaz de romper, rasgar o torcer. Ni aun haciendo gárgaras con tachuelas y agua fuerte llegaría a alcanzar a Tom Waits. Herramienta impecable para canciones como 'El grillo' antes o ahora 'Llama y fuego', que necesitan de esa interpretación tan impoluta para iluminarse y alumbrar con esa alegría que llevan dentro.
En un concierto coherente en intenciones y sonidos, con un grupo de nueve personas impecables en el arropamiento instrumental y vocal, sonando perfectos desde la parte técnica e iluminados con mimo y buen gusto, la aparición de Lapido resultó un paréntesis curioso y especial, que 'endylanó' obligatoriamente al musicante para poder hablar el mismo idioma que la Gibson del invitado. Y esa 'Noche canalla' con la punzante electricidad de Lapido sonó distinta, con posibles y mucho más canalla.
Habitualmente Alcover termina sus conciertos asegurando que el sol siempre sale, positivismo feliz y deseable que frecuenta también otras canciones como 'Corazón africano' o 'La vida siempre' con su animado y suelto ritmo ciclista, pero esta vez se sacó de la manga la inédita' Andrés, dedicada al dibujante Andrés Vázquez de Sola, para abrir el capítulo de agradecimientos y dedicatorias, la despidida y el cierre. Que por respetar la estructura clásica nos obliga a regresar al principio insistiendo: ¡Qué voz!
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