Texto y fotos: Juan Jesús García.
Joe Lovano: relaciones saxuales
El último de los conciertos del Teatro Isabel, o lo que es lo mismo del paquete central de Festival, tuvo una nueva traca para despedir la edición de este año. El noneto de Joe Lovano que llegaba bajo la invocación al espíritu de Miles Davis, que ha estado presente a lo largo de esta muestra en varias ocasiones. Recuerdo a través de la puesta en escena de gran parte de 'Streams of expresion' , trabajo en colaboración con Gunther Shuller, casualmente también participante como trompista en el que fuera noneto de Davis. Nueve por nueve.
Entre los 'nueve de Lovano' caras conocidas como las de Dennis Irwin en el contrabajo y ese torpedero del barítono que es Gary Smulyan. Una formación amplia y muy respetable con cuatro saxofonistas en formación de fondo, trompeta, trombón, piano y sección de ritmo. Algunos de los cuales también estuvieron en la grabación que presentaban y que resultaron una exhibición de metales, sobre todo de saxos, que rozaba la lujuria. Hubo momentos en los que estaban en fila camino del micrófono central como chavales nervioso por salir a la pizarra.
Shuller está situado a medio camino entre el jazz y la música clásica, huelga decir por tanto que este concierto tuvo una seriedad casi como ningún otro del programa. A través de los suites 'Streams o Expresión', y 'Birth of the cool' entramos en materia 'davisiana', como en 'Blue sketches' escuchamos por encima del fondo a Coltrane y en 'Fire prophet' a Dolphy u Ornette Coleman. No son los únicos, este grupo de saxofonistas no podrían olvidar al orondo (de sonido) Ben Webster al que dedican explícitamente incluso su 'Big Ben' y, bueno, suelen hacerlo también con Roland Kirk, pero esta vez se dejaron el aulocrome (doble barítono) en casa. No cabe en este espacio una descripción detallada de los seis solistas principales, ya que las combinaciones de seis elementos tomados de varios en varios son infinitas, de sus jugosas relaciones, de sus ambientes, orquestaciones o jugosos perfiles , así que resumamos diciendo que el concierto fue una exhibición de 'vida saxual' sana y gozosa. Terminaron de una forma curiosamente longitudinal, ya que el 'Hot house' que firmó Tadd Dameron está inspirada en el clásico de la 'cosa llamada amor' de Cole Porter, un guiño a la historia del jazz en último día del festival y a última hora.
No se puede decir que este año el festival haya ido de menos a más, sino más bien de más a más. Pero en todo caso los dos conciertos de despedida han estado a una altura ya imposible de superar. Podrán venir algunos de los nombre endémicamente ausentes, ese Keith Jarrett que la Junta ha llevado Sevilla incluso, pero concierto por concierto, los de Holland y Lovano resultan difíciles de alcanzar. Otra cosa es que el festival de Jazz tenga necesidad ya de un espacio más amplio, puesto que la reducción de butacas del Isabel y las servidumbres institucionales recortan excesivamente el aforo, y lógicamente disparan los precios. Bastantes de los conciertos de este año hubiesen podido ser disfrutados por mucho más público, que lo hay y que se queda en la puerta. Asistir al festival empieza a parecerse a una escena de western: sólo llegan los más rápidos y los que tienen más balas... Porque a la vista de lo que ha ocurrido en los trasnoches, el jazz en Granada, aunque lo quieran vestir 'de luxe', es bastante más popular, joven e informal de lo que parece. Y ese es el gran triunfo de los 27 años de Festival, que el jazz aquí, sea de la gente.
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