Texto y fotos: Juan Jesús García.
Kenny Garrett: saxo total
Hace cuatro años Kenny Garrett tocó en Almuñécar escoltando a Roy Haynes en el proyecto Birds of Feather de homenaje a Charlie Parker, aquella noche no fue uno más del grupo sino el que tuvo que rememorar con su alto nada menos que al propio Parker. El verano pasado fue ya el líder una noche de casi tres horas en las que transitó prácticamente del bop al hip hop dándose una vueltecita incluso por el oriente remoto para aromatizar su presencia.
El concierto del domingo 12 de noviembre tuvo más que ver con este último que con el otro, por su mismo bonete obviamente, pero también por utilizar similar estructuras y hasta por algunos temas que ya entonces le dieron muy buenos resultados y ahora determinan sus intenciones con respecto al público. Elemento este último al que parece no hace mucho caso pero sí que tiene muy presente sabedor de que su estatus crece con llenos como el de anoche: hay bastante de espectáculo en lo suyo más allá de la presentaciones boxísiticas de sus compañeros.
Aunque para los repetidores no cuenta ya el efecto sorpresa, no cabe duda de que su salida a escena a todo vapor sigue apabullando: en los veinte minutos de 'Beyond the wall' está comprimido todo Garret y acompañantes. Tropa presidida por el torrencial Jamire Willimas en la batería (siempre ha buscado percusionistas muy efectistas) y el venezolano Benito González en los teclados, pongamos que mucho mejor en el piano acústico que en los enchufados (igual que su jefe); por su parte Kis Funn toca un contrabajo pero podía usar uno eléctrico porque lo lleva continuamente al límite de la saturación y realimentación.
La primera parte fue en estos términos: ¡todos contra la pared! Afortunadamente la presión menguó con 'Quin weng' y 'Now' que como la anterior se oyó desprovista de todos los coros, drones, oooomms y demás elementos govindas que se trajo de China para el disco. Y aquí terminó ya casi la novedad. Tras la tomentosa llegada impuso una calma a piano y soprano, de nuevo sobre su usado 'Asian medley', pieza de estereotipado lirismo y emotividad cinematográfica tan válida para el final de Blade Runner como para añadir varios "Dios salve a América" en cualquier cinta patriótica.
Como en Almuñécar, el final lo enfiló a ritmo de blues y funk, pero en los términos inconclusos y un tanto frikys de su jefe a finales de los ochenta, psicofunk modelo 'black es beautiful' donde se atrevió es a tocar (más bien sobar) el sintetizador. Una pieza inmensa y bastante redundante al oído si no se podía cambiar patio de butacas por pista de baile y sacarle también partido físico, que era lo suyo. Y, siendo un cachorro del altivo Miles, el 'pack' del concierto llevaba de fábrica ya incorporado el bis, de nuevo sobre un 'Happy People' acelerado, cuyo motivo principal insistentemente repetido terminó por ser coreado por la audiencia y bastante calentado con las palmas. Un tema que hace bueno su nombre y la expresión del respetable cuando se retiró tras comprobar que el señor Garrett no complace peticiones. ¡Qué vulgaridad!
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