Texto y fotos: Juan Jesús García
Tabaco Blues: Como para volver a fumar
Llamarse Tabacoblues ya es hacer orgullosa ostentación de ir a contracorriente, tanto por el prohibidísimo componente combustible como por el auditivo en los tiempos en las que las radiofórmulas aseguran representar la historia de la música reciente. Pero ahí quedó el Festival de Vegas del Genil, con un par, y con un despliegue talla grande que incluía realización videográfica en directo, perfección técnica, mechandising, puntualidad... Y al que respondieron unas 2000 personas, la mitad del aforo. Y es que el carnet por puntos está haciendo estragos en todo lo que se aleja de las razonables distancias para recorrer a pie, 'buho' o en taxi.
Las costumbres habituales por este sur (y muy razonables a las edades de los consumidores del blues) de llegar una vez comenzado el espectáculo para aguantar una noche tan larga, dejó a la mayoría sin escuchar a Keith B. Brown, canta-blues y actor ('The soul of a man' de Win Wenders y 'Stop breakin down' de Glenn Marzano'). Brown impresionó por su sonido amplio de guitarra e impecable y dulce dicción, tan folk como blues del delta y soul de mano por el lomo, o más abajo. Una sorpresa que dio paso anticipado a la estrella de la noche en términos de popularidad, el pintoresco Willy de Ville. La inversión del cartel estuvo motivada por las dinámicas de su concierto, en trío acústico, dentro de un programa previsto de menos a más.
El viejo dandy (más de aspecto, que de años: 56) se estrenaba en Granada en reducida formación de trío, con el pianista Jeff Levine y el su fiel bajista David Keyes, en esta económica y preciosista formación uno echa de menos al acordeonista Margolis (aquí vino con E.Murphy) para completar el encarto decadente de ese sonido. Sin interés por complacer peticiones ('Demasiado corazón' y demás), el enjuto y cadáverico cantante (de terciopelo negro, sin su bigote de mosquetero, y con el pelo lacio su imagen era aún más espectral) se aplicó en una suerte de concierto-bar, con más blues que de costumbre y fugas temáticas curiosas. El punto swamp invadió todo el escenario, decorado con rosas blancas por cierto, como homenaje implícito a su N. Orleáns querida. Correcto de voz, justo en la guitarra y el dobro, se pudieron escuchar algunos clásicos suyos como 'I call your name', 'Touble in mind' o la simpática 'Bamboo road' y otras de otros como el 'Shake rattle & roll' , 'Hispanish Harlem' o el antiquísimo éxito de Lloyd Price en los 50`s 'Personality' . La leyenda 'camaroniana' de fracasos, afonías y 'espantás' de Willy de Ville le precedía, pero no se cumplió, y el último pirata del rock and roll justificó su parte del precio de la entrada.
En la parte más deseada por los amantes del blues estuvo el grupo de Bob Margolin y Willie "Big Eyes" Smith, dos nombres a los que el peso de la historia no ha doblado el espinazo y que el tiempo pasado con M. Waters ha hecho perpetuadores de su legado. Iniciaron su set a dúo antes de que saliera el grupo 'prestado' que se han buscado en España, y que contra lo habitual estuvo mucho más motivado que los acompañantes de alquiler de siempre. Con ellos llegó el blues de Chicago, eléctrico y cortado a navaja, del que pega en el bajo vientre con los riffs musculados de 'Hoochie Coochie Man' o el pantanoso 'I got my mojo working', interpretados con una eficacia por la que no pasa el tiempo (por el septuagenario Smith) y el duro ataque desde su dedo pulgar (en esto recordaba a su compañero Winter) de Margolin. Triunfaron en toda regla.
El final de la noche estuvo reservado a esa 'joint venture' que agrupa a los Blue Fever y el equipo de Raimundo Amador. Los primeros son una suerte de 'all stars' andaluces que incluye a medias formaciones de toda procedencia, incluso los metales arrendados a la Sonora Big Band de Cádiz. Con el refuerzo de Charlie Cepeda en la guitarra, B.F. es una coherente formación de R& Blues y soul, apropiada banda de acompañamiento para el guitarrista sevillano, que partió su concierto con una intervención acústica y la presentación de su sobrino en las voces, ¡la saga continúa! Tras Amador el festival finalizaría con el grupo del gran armonicista Mingo Balaguer, The Blues Intruders, pero ya eran casi las cuatro de la mañana según el horario antiguo. Tras siete horas de blues un momento perfecto para, mirando primero a izquierda y derecha, encenderse un pitillo y volver a fumar.
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