Texto y fotos: Juan Jesús García
Mil calles llevan a La Guardia
Ni las mil enrevesadas calles del Albaycín, ni el que la plaza anunciada como de Santa Isabel la Real tenga rotulado otro nombre en su esquina, impidió que el concierto de La Guardia en las fiestas del barrio tuviese un buen ambiente con un nutrido público, formado a medias por su propia gente, ya adulta y hasta con descendencia, por turistas arrimados a la fiesta y por no pocos buscando un sitio discreto donde desplegar las botellas y los vasos de sus bolsas.
Con 45 minutos de retraso el grupo que se formó en ese barrio antes de mudarse a otras zonas de la ciudad regresó a las calles que, hechos unos chavales de como mucho quince años, Manolo, Quini, Enrique 'Conejo' y Carlos Gilabert (los dos últimos fallecidos hace años) se patearon una y mil veces con sus primeras canciones en un cassette. Ventitantos años después, tras tocar el cielo y también el suelo y ser a estas alturas una marca registrada, La Guardia se subieron al barrio para tocar las canciones que, en algún caso, nacieron allí también.
Refundado hace cuatro años a partir de su cantante Manuel España, el grupo La Guardia parece encontrarse muy cómodo en ese circuito fácil y afectuoso de la nostalgia. En todas las actuaciones que han dado por aquí en estos casi cinco años se han centrado exclusivamente en el mismo repertorio, el procedente del periodo 88-92, cuando tocaron techo (y bien alto) comercialmente. No parece que tengan prisa en competir fuera de ese campo, porque han ido soltando novedades con cuentagotas y anunciando continuamente un disco nuevo que por fin podría salir antes de fin de año. Tan despreocupados están por ello que prefieren incluso repetir dos veces las mismas canciones en un concierto antes de aumentar el repertorio, con temas propios, ajenos o de otras aventuras desaprovechadas como Chamaco. No obstante presentaron dos ejercicios de autoestilo llamados 'Pequeña Lolita' y 'Que lo gris se convierta en azul'.
Manolo España sigue siendo la voz visible y la estampa del grupo. Impecable en lo primero, si acaso con un poso de desgarro al fondo de su garganta que incluso madura su registro, y perfecto al frente del grupo con ese garbo escénico que ha tenido siempre y que compensa su escaso verbo y su timidez comunicativa. Alrededor ha puesto a dos músicos que completan las guitarras tanto en acústico como en eléctrico pero sin desvirtuar el planteamiento primitivo, bastante ligero por cierto y lejano del rocoso final de la primer etapa: Jean Louis Barragán y Francisco Villamayor. En la comprometida plaza de bajo y sin ningún tipo de superstición está Javier Cano, mientras que el baterista es Emilio Muñoz. Personal sobrado para sonar hacer sonar bien unas canciones, que como 'Mil calles', 'Blues del nacional 2', 'Me voy a esconder' (con citas a Deep Purple y The Knack), o 'Vámonos' tienen en su sencillez inmediata su gran poder adhesivo, tanto que puede que los mejores solos no sonasen en el escenario, sino al fondo de la plaza, donde un virtuoso hippie decoraba con su guitarra las canciones con enorme maestría ¡y era la primera vez que las escuchaba!. Los caminos de la Guardia son insondables, y sus calles siempre mil.
|