Texto y fotos: Juan Jesús García.


Alice In Chains: Breves y contundentes.

Había ganas de escuchar a uno de los grupos emblemáticos del rock estadounidense, subsector Seattle, del pasado siglo. Tantas que la afluencia del público obligó a los organizadores a mudarse a Maracena. Unas dos mil personas, en muchísimos caso desplazados a Granada para la ocasión, y muchos extranjeros, estuvieron mucho más cómodos en el Anfieteatro.

Buena voluntad que tropezó con la del grupo, con un concierto fugaz que cuando tenía que estar en su punto álgido se terminó: 65 minutos encima del escenario y 50 tocando suelen ser pocos para el estándar habitual. Pero ayer cerraban el Festimad y parecían reservarse las fuerzas tras un ajetreado viaje desde Lisboa a Granada.

De coherente con lo posterior puede calificarse la intervención de Blind Fall, que supieron aprovechar sus 30 minutos de gloria antes de que el trío formado por Jerry Cantrell, Mike Inez y Sean Kinney presentara a William Duvall como nuevo cantante de la banda. Supongo que por amistad dado que no coincide ni en registro ni estilo, con la áspera y morrisoniana garganta del fallecido Layne Staley. Para colmo de males al principio no se escuchó su voz y luego sonó con un anómalo exceso de reverberación que lo hacía más lejano aún.

Sin entrar en mayores disquisiciones sobre el tema siempre escabroso de este tipo de sustituciones (los C.C.R. al menos buscaron un clon vocal) sería Cantarell el que se llevara los elogios y hasta algún sorprendente "Jerry i love you". Un tanto resumidos a grupo de repertorio para que coreara el público, AIC hubieran cumplido perfectamente salvo por sus ganas de irse. Tocaron lo que tenía que hacer, escogiendo entre sus dos obras maestras 'Facelit' y 'Dirt' casi todo el material ('Again' y 'Sludge Factory', son posteriores). Y sí ahí estaba ese sonido pesado y reptante, la versión más hard y metálica del grunge, con un bajo pilón, una batería cuadrada y la guitarra de Cantrell crujiendo las cuadernas.

Instrumentalmente perfectos (algo bajos de volumen, eso sí) y con algún detalle para el personal en castellano. Sacaron provecho a los coros del público en 'Man in the box', 'Love, hate, love' y 'Rooster (su particular 'Escalera la cielo'). Y tras una pausa intermedia para el material más perezoso, oscuro e intenso ('Junkhead' o 'Down in a hole' por ejemplo) cuando la aserrante 'Them bones' prometía un rato más energizante, decidieron que ya había sido suficiente. Ellos, que no la gente, dejando un cierto sabor amargo de 'conciertus interruptus' en el ánimo. Como dijo un espectador "¡menos regalar púas y más tocar!". Consolémonos con el cuento del frasco y la esencia.