Texto y fotos: Juan Jesús García.
Intermón Oxfam: Todos por la causa.
Todos participaron gratuitamente en el concierto de la pasada noche del lunes para recaudar dinero destinado a los proyectos nicaragüenses de Intermón. Todos menos el público, que poco más de 1000 personas terminaría acudiendo al anfiteatro de Maracena. A veces más es menos, y la cuenta no sale: sumando los asistentes de todos los grupos participantes por separado en Granada el último año la cifra se dispara muy por encima, claro que... a lo peor es que eran siempre los mismos. El caso es que un festivalito rápido como este, a 45 minutos por participante resulta de lo más variado y llevadero, máxime cuando cada uno da un concentrado de lo mejor de sí mismo, o lo más diferente.
Abrió un siempre entregado Quique González, que a diferencia de los escuchado suyo la semana pasada, el refuerzo de los Taxi Drivers le ayuda ¡y cómo! Sobre todo contando con un guitarrista tan efusivo como Javier Pedereira (Latino Diablo, Extraños en el Paraíso) sacando chispas de su Greth custom. En este formato sus canciones se disparan multidireccionalmente y con un brío que no tenían antes, ni solo, ni con el estilista David Gwinn. Invitado de honor fue el "superhéroe del rock and roll" en sus palabras Miguel Ríos, que cantó 'Pequeño rock and roll' y el 'Te lo dije' que grabaron juntos.
Sin restar méritos al resto de los invitados, y siendo completamente subjetivo la noche fue la de José Ignacio Lapido, prácticamente diez años después de que dijera adiós a 091 en el mismo escenario. Había en el público quién llevaba todavía la camiseta de aquel concierto. De vuelta de una larga gira Lapido tiene un grupo completamente en forma que recuperaba a Antonio Lomas en la batería.
Desde 'Está escrito en la ley' a 'La noche que la luna salio tarde' casi una hora especialmente emotiva con un grupo de una robustez rocosa, al que el teclista le ha aportado un nuevo punto de vista, sea en el piano honkytonk que encamina el 'Mas difícil todavía' hacia Louisiana, el sinuoso órgano de 'Espejismo nº7' o la versión casi a piano-bar de 'la Noche'. Un final espectacular si llegamos a él desde 'La antesala del dolor'.
Los Mutantes tuvieron algún problema técnico solventado a trío, con una sorprendente (en ellos) invocación a Dylan y buen humor. Los Niños Mutantes parece ser un grupo muy sensible a las condiciones técnicas de trabajo, y con un buen material como el que había en Maracena sonaron con una presencia y un empaque inédito en las salas que frecuentan. Jugaron con el ruido en 'Ejercito de brutos mecánicos' y se despidieron con las resultonas 'Katherine' y 'No quiero bailar'.
Daba la sensación de que un concierto al aire libre, más bien tarde y precedidos por la 'caña de España' no era el lugar más indicado para Marlango, máxime cuando venían mermados de rítmica. Nada más lejos de la realidad. Y es que cuando la Watling sonríe se para el mundo. La peculiar relación escénica que tiene con su compañero Alejandro Pelayo distiende todo lo que sus interpretaciones tienen de grave. Fueron improvisando canciones: 'Madness' con ese toque David Lynch que tiene, 'Automatic', consiguieron que todo el mundo silbara el 'Pequeño vals' y se marcaron un inevitable Tom Waits y una impensable versión del 'Vete' ¡de los Amaya! que completamente descontextualizada parecía otra. Con 'Architecture of lies' y obviamente 'Shake the moon' se despidieron con todo el personal en el bolsillo y sin hacer el menor ruido. Y es que cuando sonríe...
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