Texto y fotos: Juan Jesús García.
Hilario Camacho, manos calientes y miradas enrojecidas.
Carmen asegura que estuvo en el primer concierto que Hilario Camacho dio en Granada, allá por 1978 en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, desde entonces, dice, "no me he perdido ninguno". Así son los seguidores de Hilario Camacho, de por vida. Algo parecido cuenta Susana, que lo vio en su Palencia natal y fue "uno de los conciertos más bonitos que he escuchado nunca", ahora repite. Y no es algo exclusivo del público femenino, que Alberto compró la entrada nada más ponerse a la venta y cuenta que "cambie un viaje de fin de semana para no perdérmelo". Eso sí, todos tiene más de treinta y tantos. Como la mayoría del público que asistió anoche a su concierto en el Manuel de Falla.
Hilario Camacho es un nombre de culto antes incluso de que se inventara el término. Rozó el éxito mayoritario en varias ocasiones pero terminó refugiándose en un público menor, pero inquebrantable. Con 58 años y 35 de actividad musical heterodoxa, Hilario siempre ha buscado nuevos caminos, que en muchos casos se adelantaron a su tiempo. Oyéndole fusionando la canción de autor con el underground, el rock, la música latina, jazz, el soul-funk... es fácil descubrir quién enseñó qué a los que vinieron detrás, y quien figura como inventor de la canción urbana. Temas que cantó como 'Los cuatro luceros', la hermosa 'Dolores', 'Madrid amanece', la sensibilísima 'Ven aquí' o la muy aplaudida 'Cuerpo de ola' son asignaturas obligatorias en primero de cantautor.
Nació "pequeñito y gafoso", como comenzaba una nota autobiográfica; sigue igual, aunque su antigua bola de pelo afro es ahora una larga cola de caballo blanca que le da un inédito aire de patriarca hippie. Sin embargo su voz sigue inmutable. Perfecta, como le gritó una señora fans "pero qué voz más grande tienes".. Reverdeciendo unas canciones inoxidables y plenamente vigentes desde que Alain Milhaud le quiso convertir en el Cat Stevens español y le puso a grabar ¡con Soft Machine!
Granada siempre ha resultado un sitio muy agradecido para el autor de Chamberí, aquí ha tenido amores y noches memorables. La del sábado fue una más. Y aunque el Auditorio Manuel de Falla no sea un sitio especialmente propenso a la calidez y él tampoco sea la alegría de la huerta, por ambos lados se consiguió la emotividad íntima y templada de una mesa camilla donde compartir en confianza. Camacho tuvo que alterar el programa y añadir fuera de programa varias canciones 'El agua en tus cabellos' y 'Princesa de cera' de su época 'ácida', en las que descubrimos a un Hilario también notable guitarrista en solitario, fruto de los cientos de conciertos que ha dado solo, y 'El final del viaje', (de nuevo con su compañero Antonio Amores) para eso precisamente, para terminar. A Carmen y a Susana se les pusieron las manos rojas de aplaudir; a Alberto le brillaban los ojos. Como ellos los 600 presentes supieron que habían vivido una noche muy especial al lado del en algún momento bautizado como 'El arquitecto de sueños'. Y los sueños, sueños son: aire necesario para vivir. Hilario sigue siendo un lujo.
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