Texto: Paco Salas.
Fotos: Antonio Martínez Rodríguez.


Jazz con historia

Conociendo esta ciudad, como creo conocerla, que un evento de esta naturaleza alcance doce ediciones ininterrumpidas, se puede tildar de milagroso. Y es que Jaén para las cosas distintas y atrevidas es más dura que la rodilla de una cabra.

El Festival de Jazz de Jaén empezó sólo, y al cabo de unos cuantos años fue engullido por este cajón de sastre que denominan Festival de Otoño, que dista mucho de los otros festivales de otoño que ya existían en el país. Sobre todo en criterio y empaque, en prestigio y difusión. Creo sinceramente que lo único que le vincula a esta música (jazz) es la improvisación: solo que en jazz los que improvisan son unos excelentes profesionales que se pueden permitir estas filigranas y los improvisadores municipales son otro cantar con una base dudosa o miope.

Pero hagamos un poco de historia para aterrizar de nuevo en la duodécima edición. Empezó con dos directores técnicos que eran Ángel Millán y Pedro Melguizo, y al cabo de unas cuantas ediciones Melguizo ya no aparecía en el staff técnico, sin que nunca supiéramos el motivo de esta ausencia significativa. Empezó más tarde que los demás festivales en Andalucía (como siempre), pero empezó con buen pie y con muchas ganas. Muchos aficionados nos volcamos con la idea y cada uno, desde su trinchera, aportamos lo que pudimos. En concreto, en Onda Cero, estuvimos dos temporadas completas haciendo un programa semanal en directo desde el mismísimo Club de Jazz Chubby Cheek, intentando acercar esta música no mayoritaria a las gentes de esta tierra, de una manera amena y alejada de lo erudito, que al fin y al cabo es lo más fácil para uno y lo más coñazo para los oyentes, pues tirar exclusivamente de enciclopedias, biografías y datos es un trabajo mecánico y sin corazón. En el jazz se pone mucho corazón, tanto por parte de los músicos como de los aficionados, y en esta aventura estábamos Luis Miguel Álvarez, Clemente Álvarez-Arenas "Martín Rodés" y éste que suscribe estas letras.

Fueron pasando ediciones (unas mejores que otras) hasta llegar a ésta última, que ha relanzado al festival tanto en público como en calidad: donde nunca se debe bajar la guardia y menos en Jaén, que los aficionados están muy puestos y no se tragan gambas, ni al ajillo ni al pil pil.

Así que, el lunes 14 de noviembre, y con más frío que pelando rábanos, nos dimos cita en el salón de actos de la UJA para presenciar la propuesta que nos traía el gran trompetista Roy Hargrove. Vino a enseñarnos lo que hace ahora, que es una amalgama de los estilos más modernos que suenan en la música negro-norteamericana, amasados sobre una base de R and B y Hard Bop. Ocho jóvenes musicazos capitaneados por Hargrove, que consiguieron hacernos pasar dos horas de ensueño.

Al día siguiente, con el mismo frío pero si lluvia, reapareció el mítico Chick Corea (que ya estuvo hace dos años) con un reparto bestial, a base de Carles Benavent, Jorge Pardo y Rubem Dantas (la columna vertebral del antiguo sexteto de Paco de Lucía, con el que se pasearon por el mundo durante más de veinte años) y el gran batería Tom Brechtlein. Sobre la base del histórico álbum "Touchtone" de Corea, estos fenómenos desplegaron toda su artillería musical y nos ofrecieron un conciertazo de los que no se olvidan fácilmente.

En concreto, yo no olvidaré jamás la cara que ponía Corea ante los solos de Benavent, Pardo y Dantas. Particularmente, creo que él nunca había escuchado sus temas pasados por el tamiz deslumbrante de ritmo y compás de estos músicos tan flamencos, que si no los conoces parece que han nacido en el mismísimo barrio de Santiago, de Jerez de la Frontera, a pesar de ser de Barcelona, Madrid y Brasil: esta es la gran herencia del maestro Paco de Lucía.

El miércoles, las aguas volvieron a su cauce, o mejor dicho el jazz volvió al club, al Chubby Cheek, donde esta música suena de otra manera. Allí apareció otra estrella del panorama internacional: el gran Jerry González. Con su sombrero encajado hasta las cejas, nos puso los pelos como escarpias con sus congas y su trompeta, alcanzando niveles de ritmo y sensibilidad jazzera de alto voltaje. El que fuera junto a su hermano Andy la columna vertebral del Latin Jazz en New York y aquí lo conociéramos por la película de Trueba "Calle 54", se explayó con un repertorio variado y nos dejó boquiabiertos con su versión del "In a sentimental mood" de Ellington, acompañado por el gran pianista cubano Caramelo, que es todo un lujo para los sentidos.

La noche del jueves, otra propuesta nueva y diferente a cargo del armonicista español Antonio Serrano y el pianista argentino José Reinoso. Nos presentaron su grupo South American Jazz Project, que ofreció lo que los críticos eruditos y especializados denominan Jazz Sudamericano y que no tiene nada que ver con el Latin Jazz. En su día hablé de Antonio Serrano como una de las promesas más firmes de la música en nuestro país, y al cabo de tres años lo he visto como una estrella consagrada que se come el escenario y el corazón de la gente con su armónica y lo que de ella es capaz de sacar. Quien presenció este concierto en el Chubby tardará un tiempo en asimilar la retahíla de acordes y sonidos que produce este genio con ancestros jaeneros, tan discreto como deslumbrante.

El pianista catalán Jaume Villaseca puso el broche musical en el Club de Jazz Chuby Cheek la noche del viernes, con un buen concierto que nos supo a poco, sobre todo por el nivelazo de los anteriores, de los que no te puedes sobreponer en veinticuatro horas.

El cierre de esta duodécima edición lo puso en el Teatro Darymelia el mítico músico brasileño afincado en España Jayme Marques, que nos trajo a veintiocho músicos en una big band medio jazzera, medio sinfónica, que sorprendió e hizo gozar al público que se dio cita en el teatro, la noche en que Eto'o y Ronaldinho pusieron patas arriba a los galácticos en su propia casa, el Bernabéu.

En resumen, una edición exitosa, tanto en lo musical como en asistencia de público, que debiera enseñar a quien corresponda que con grupos como estos el éxito está asegurado. Si además la información concreta y la difusión previa hubieran estado a la altura y en su momento, este año habrían dado la campanada y los locales hubieran reventado de gente. Pero aquí no hay más campanas que las de las iglesias y la Catedral.