Texto y fotos: Juan Jesús García.


Teenage Fanclub: Asignatura aprobada

En una ciudad que tiene a gala ser uno de los escenarios punteros del país, la ausencia de Teenage Fanclub era algo pendiente. Algún amago hubo en este tiempo, pero diez años después de su disco más alabado 'Grand Prix' por fin han aparecido y al menos no ha sido en el estado terminal con el que nos llegan algunas de las lumbreras de los años setenta.

Grupo de culto donde los haya, su nombre provoca admiración y hasta devoción. Hay quien asegura haber dedicado a la música por ellos y otros siguen a pies juntillas sus lecciones.

Ese fervor se palpaba en su actuación, y no se vio interferido ni por un partido de la selección de fútbol (eso sí, más de varios preguntaban cómo iba la cosa) ni por la tan anhelada como incómoda lluvia. Esas ganas también ayudaron lo suyo a convertir un concierto, en realidad muy plano, en toda una celebración.

La elección de los Del Ayo para ir calentando ambiente (o hacer barra, según quien mire) no pudo ser más acertada habida cuenta de los muchos puntos en común de ambas formaciones. Y si me apuran, los lojeños llegaron a sonar mejor que los escoceses, en uno de los conciertos más especiales que han dado nunca.

Con dos discos 'Bandwagonesque' y el mencionado 'Grand Prix' Teenage Fanclub cimentaron toda su leyenda, resumida en la aplicación de floridos juegos vocales a una base de guitarras rugosa. A ellos les debe gustar más el segundo habida cuenta de que lo tocaron prácticamente entero, y que con el material de su redundante 'Man made' ocuparon las tres cuartas partes del concierto.

Sin muchas variaciones rítmicas, la inmovilidad escénica y la linealidad de su presentación se compensó con la claridad de su sonido: voces diáfanas y guitarras (eléctricas y acústicas) luminosas y una perfección formal absoluta rayando en el preciosismo, que sostenida por una ecualización retro del baterista y pequeños aportes minimalistas de teclados o xilófono les daban una apariencia intemporal: en directo parecen aún más que en disco a unos esforzados Byrds europeos.

Así, con velocidad de crucero ajustada a lo que marca la ley en los cruces de caminos discurrió buena parte de su concierto, sin prisa y sin pausa, hasta que temas como 'Neil Jung' o 'Sparky dream' agitaron el tempo paseante recordándonos que tienen todavía un considerable brío ruidista. 'The concept', 'Verismilitude' mantuvieron la tensión ya en los bises, y se despidieron haciendo una pirueta temporal con 'Everthing flows', de su disco fundacional. La gente quiso más, pero a pesar de que los habían llevado en volandas no 'concedieron peticiones'. Tarde, pero notable alto.