Texto y fotos: Juan Jesús García.


Deep Purple: Heavys mentales.

Los grandes almacenes y no pocos medios de comunicación insisten en que el rock es un asunto de adolescente. Y los más jóvenes, sí, con sus padres y más de un abuelo frente a Deep Purple, tres generaciones, confirman que el rock es un tema mental al margen de lo que diga el DNI. Deep Purple y otros venerables ancianos del rock and roll pueden ratificarlo, como que en breve sus canciones serán tocadas en las orquestinas que animan los bailes de los hoteles del Inserso, es ley de vida: el rock tiene ya sesenta años. De ellos casi cuarenta en activo Deep Purple.

Fueron los más duros, aunque acostumbrados a lo que ha venido después su música suena aceptable a estas alturas para comedias románticas y anuncios. Pero sin ellos no hubiesen existido Sepultura o Napalm Death, por ejemplo. Deep Purple escribieron las páginas más recias del rock a primeros de los setenta, antes de que se llamara Metal siquiera. Material musculoso y urgente e imperioso que marcó las pautas de cómo tenía que hacerse esto. Tres calificativos completamente ausentes de los conciertos de los Deep Purple ahora, convertidos más que otros nombres de su época en una celebración con bastante (mucho) de nostalgia y de encuentro generacional. Que tampoco está mal, acostumbrados como estamos los amigos a vernos casi sólo en funerales.

Tan solo el bajista Roger Glover (promotor directo de esta resucitación) parece creerse que está en una banda de rock and roll; el resto, más que convicción sacaron oficio y a otra cosa mariposa. Sin Lord el sonido global se resiente ya que su ominipresente Hammond pasa a un segundo plano (y su sustituto es capaz de contaminar sacrílegamente a Deep Purple con la melodía de la Guerra de la Galaxias). Mientras que el gran Morse parece aburrido de tocar una y otra noche lo que escribió Blackmore con mucho más mordiente, cayendo en el exhibicionismo fallero en repetidas ocasiones. Gillan hace lo que pude con una garganta muy mermada y que le impide cantar cosas como 'Chlid in time', acudiendo una y otra vez al guitarrista para que le suplemente en los agudos que ya no tiene.

Pero, en fin, los de abajo tampoco estamos en nuestro momento estelar como para exigir. Así que empatados en carencias, alopecia y diámetro ventral, la fiesta fue pacífica y giró en torno a las canciones ('temas' en su época) que era de lo que se trataba. Y ahí nada más empezar tras un arrebato 'bananero' sonó el 'Woman from Tokio' para ir abriendo boca. Delante del logotipo de la banda que estrenaron en 1974 en el 'Stormbringer', mucho más épico que las chapuzas modernistas de sus últimas imágenes eran Deep Purple, o lo que queda de ellos, pero añadiendo voluntariosamente el personal lo que falta. Nada mejor que 'Strangekind of woman' o 'I´ve got you number' (una nueva del 'Bananas' pero que suena a clásica) para ir entonando.

Lo peor vino en la parte central de su corto concierto (una hora sin bises) con un Morse en plan clinic y Don Airey mostrando que conoce a los clásicos españoles y las bandas sonoras de Williams. Un farragoso cuarto de hora a mayor gloria de sus egos y poco más (momento perfecto que aprovecharon los menos convencidos para llenar) que afortunadamente remontó, tras el tercer cambio de look de Gillan, con el paquete 'Highway star', 'Space Truckin' y el obligatorio 'Smoke on the water' para terminar, que el pobre Zappa debe dar saltos en el cielo cada vez que la tocan, ya que estuvo inspirada en el incendio de su equipo en el lago de Lugano. Una hora de reloj rematada con la bronca del cantante a los espectadores, fotógrafos aficionados que no paraban de echarle flashazos a la cara.

Los veinte minutos de miserable añadido (¿por contrato?) los resolvieron con 'Black night', 'Speed king' y un coreable 'Hush' para que el público participase aún más. Y aunque el respetable pidió insistentemente que volvieran a salir, el cuarteto no complació peticiones. Eran Deep Purple, pero hay más de su espíritu en grupos imitadores como los malagueños Garganta Profunda. 35 años siendo Deep Purple deben agotar, física y mentalmente, por más heavy que se sea.