Texto: Carmelo Villar.
¿Por donde empezar? Se trata de narrar un acontecimiento musical inédito en nuestro país. Carlinhos Brown trae el carnaval de Bahía a la puerta de nuestra casa por cortesía de una compañía telefónica.
Ingredientes: Una paseo amplio, el de la señorial Avenida de la Palmera sevillana Dos camiones con un sound system espeluznante que te remueve los bronquios en cada golpe de bajo. Los cariocas Olodum en un camión y Carlinhos con su banda en otro. Una cordada de trescientos fornidos mozalbetes marcando un perímetro de seguridad alrededor de ambos camiones para que los técnicos e invitados vayamos cómodos, y la gente mas participativa se mueva y no acabe bajo las ruedas de los camiones. Casi medio millón de gentes dispuestas a divertirse y, en algunos casos, a entrar en éxtasis, místico, alcohólico, religioso o lisérgico.
Las ganas de fiesta tropical del personal son tan intensas que la prueba de sonido de los músicos de Carlinhos, en la segunda planta del camión, es seguida y animada como si parte de la actuación se tratara. Comienza el baile. En la planta de abajo un técnico de sonido manipula una de las mesas de P.A. habituales en los grandes conciertos y un dj, que complementa la actuación de Carlinhos pinchando la versión tecnificada de sus éxitos, ajusta y prepara sus bártulos. Justo al lado unos chavales, sentados sobre un gigantesco refrigerador, reparten agua, refrescos y cervezas al personal de la cordada, a los técnicos de producción, músicos e invitados. El personal comienza a aglomerarse en la avenida de La Palmera, se ve venir, será el acontecimiento musical que más publico ha convocado en Andalucía en muchos años, gente de todos lados, provincias y comunidades autónomas cercanas, Marruecos y Portugal y mucha peña brasilera intentando quitarse la morriña a ritmo de samba. El movimiento de los esplendorosos traseros de algunas paisanas de Carlinhos ameniza la espera, los ojos de las chicas brillan cuando miran a los mulatazos moverse al compás. El personal esta a tope, la gente de producción se pega las carreras de ultima hora con los nervios asomándose en sus rostros. Un revuelo de fotógrafos, cámaras de televisión y periodistas. Carlinhos a llegado. Reparte imponentes rosas blancas entre las chicas de la prensa y las invitadas. Se sube en la parte delantera del camión, donde le esperan, ataviadas para la ocasión, sus dos bailarinas y coristas. Se deja fotografiar y se pega el mitin habitual, armonía, paz, solidaridad, pasarlo bien, lo típico.
Carlinhos Brown, inconmensurable maestro de ceremonias, da la señal de partida, la banda toca los acordes de Carlito Marrón, la cordada comienza su eficaz función, conminando a andar a los que están al frente del camión y a que se aparten unos metros los que se encuentran en los laterales. El sound system, que durante la prueba había sonado mermado de decibelios, empieza a tronar, suena que te cagas. A partir de ese momento la energía y el espíritu lúdico de la multitud retroalimenta el espíritu del artista que maneja a la gente con una maestría y un don desconocido por estas tierras. Buen rollo. Suena samba, soul y funky. Carlinhos recurre, sin complejos y en mas de una ocasión, a lo largo del trayecto, a sus éxitos mas populares, "Sambadream" "Maria Caipirinha o el "Ja sei enamorar" de Tribalistas, donde comparte diversión con Marisa Monte y, el genial creador de Os Mutantes, Arnaldo Antunes.
Alguien de la organización me invita a subir a la parte superior del camión, justo al lado donde oficia su rítmica homilía el guru cantante, se me ponen los bellos de punta, la avenida es un enjambre de caras divertidas y traseros en movimiento. Gente feliz, diría. Apoteósico. Conozco a uno de los productores brasileros que me explica que mi situación es privilegiada, que en el Carnaval de Bahia no suele haber invitados, que los potentados locales pagan casi tres mil euros por ir dentro de la cordada del camión y poder subir al lado de Carlinhos. Lo pienso, si fuera sobrado de pasta no me importaría pagar. Merece la pena.
A dos kilómetros por hora, distribuyendo con acierto las pausas y paradas, dándole paso al dj para aliviar a la banda, tres horas de ritmo y lujuria para los sentidos, Carlinhos no para, cuando el dj entra en acción, el maestro de ceremonias canta y anima sobre la música. El personal sigue bailando, bebiendo, fumando, riendo, disfrutando, una catarsis multitudinaria bajo el influjo de los ritmos más calientes hasta llegar a la zona acotada, en las inmediaciones del estadio Ruiz de Lopera, donde el camión de Carlinhos espera la llegada de Olodum. Cuando están a trescientos metros comienza el dialogo musical entre el sound system de Carlinhos y el de Olodum, el acabose, la música navega de un sound system a otro, entre el dialogo de gigantes y el pique rítmico, puro Brasil en el sur de España.
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