Texto: Fermín Gámez
Fotos : Juan Jesús García.


Esto no es la crónica de un concierto.

Cuando vas a algún concierto pueden pasar muchas cosas, que el sonido sea tan pésimo que vuelvas a tu casa como si fueras un personaje presencial de la tercera guerra mundial, que la bebida sea de garrafa y a las primeras de cambio te parezca atractivo hasta el responsable de mantener el orden frente al escenario (tienen una palabra en inglés pero no me acuerdo), que el artista venga cansado y no le venga a bien esforzarse por la actuación de su vida, ofreciendo por quincuagésima vez el concierto que ya habías visto unas mil millones de veces, que no haya entradas y te quedes con la cara de asombro al comprobar que tus gustos no son tan "alternativillos" como creías, que el portero te saque a patadas infringiendo un fuerte dolor no solo a tu dignidad, que el lugar del evento no merezca la pena el desplazamiento por hallarse el desierto del Gobi o un lugar similar, e infinidad de situaciones más que todos hemos pasado y que más vale no recordar.

Esta vez varios amigos y un servidor nos aventurábamos hacía Granada, concretamente hacía la, querida por todos, Industrial Copera, ese día 20 de mayo peregrinábamos cual devotos de Lourdes al concierto de un autor cuando menos singular, Quique González, acelerando de mala manera por la carretera y demostrándonos a nosotros mismos que 'En el camino' de Jack Keourac bien podría haber ocurrido en Andalucía, con una sensación de júbilo en nuestros corazones, como unos boy scouts con medallitas nuevas, con ganas de una noche de pura música sin aditivos y como dice el escritor de canciones "con la conciencia tranquila, con la rabia precisa...".

Pues bien, llegamos justitos y un poco abotargados de la faena automovilística, ya estábamos allí, entramos y tuvimos el tiempo necesario para agenciarnos una rubia fresquita, Quique subió al escenario y desde ese momento el reloj se paró, fueron las dos horas y media más sinceras que se habrán podido contemplar desde hace mucho tiempo, los elegidos que estaban, disfrutando como enanos, todo hay que decirlo, reunidos en la sala se entregaron a la propuesta que mejor enarbola Quique González, el rock de autor de pura cepa, desde que comenzó hasta que acabó solo observamos calidad, musical y humana, total sinceridad y una falta de divismo fuera de lo común, como si de un Bob Dylan expulsado de los circuitos folk se tratara.

El junto a su banda Taxi Drivers, desgranaron una por una todas las canciones míticas del autor de "los madriles", y cinco discos dan para mucho os lo digo yo que lo presencié, veintiséis fueron los temas que se escucharon de boca del autor de 'La noche americana' , veintiséis puñaladas certeras que dejaron al respetable exhausto de calidad y con la pena de que esto pocas veces ocurre, un orgasmo multitudinario vaya, Quique estuvo agradecido en todo momento al público granadino que allí se congregaba, coreaban sus canciones con la facilidad de tenerlas dentro, muy dentro, atentos como estaban a todos los movimientos de una persona que como nadie ha sabido reflejar todo lo que significa la música para esta generación, que es la suya, de niños perdidos entre películas americanas y libros de Burroughs.

Fueron veintiséis canciones, pero no solo eso, se convirtieron, con la inmediatez de lo bello, en eternas dosis de placebo para la sociedad actual, de entre su "set list" se destacaban temas como 'Justin y Britney', '39 Grados', 'Torres de Manhattan', 'Vidas Cruzadas', 'Miss camiseta mojada', 'Fito', 'Aunque tú no lo sepas', 'En el Backstage', 'Días que se escapan',...y así podríamos seguir pero relatar correctamente la maravilla que ocurrió aquella noche se escapa a mi entendimiento.

Por ahora la noche era perfecta, todo era más que correcto, pero no contábamos con los detalles que nos esperaban, todo lo que he redactado en el primer párrafo, ni que decir tiene, no hizo acto de aparición gracias al que está en las alturas, amén, nos esperaban los detalles de Quique dedicando canciones a Granada, llevándonos de viaje por las carreteras de Nashville, nos quedaba el detalle de oír como Quique decía "esta canción se la quiero dedicar a Lapido, se titula 'El Campeón' ", nos quedaba comprobar como una persona respira puro rock, es increíble como alguien puede tocar dos horas y media sin parar e incluso hacerlo con un listado de canciones exclusivamente suyas.

En definitiva nos quedamos absortos con la idea de que Quique ha vuelto, ha vuelto para despegarse de todo lo demás, ha vuelto para demostrar que él es el más grande autor que por ahora rueda por las carreteras de este país, ha vuelto para dar un directo en pleno mentón y encima ni siquiera se aparta, los golpes que ha recibido le han hecho aprender a caer de pie, si tienes la oportunidad de verlo en concierto, por favor, no te lo pierdas, no te arrepentirás.

Desde aquí desde Buscamusica.org quisiera darle las gracias eternas y de todo corazón a Nuria, encargada de Musiserv, por invitarnos al concierto, decirte que fue un detallazo y que gente que apoya la música como vosotros hay poca, por favor no paréis, para todos en Musiserv un abrazo y que en estos tiempos de sequía neuronal seáis el agua que inunda Andalucía, nos vemos pronto.


Quique González: Solo contra el mundo.

Texto: Juan Jesús García

Quique González es un outsider vocacional con posibles. En su primer concierto en Granada (en la desaparecida Caverna) se bajó tras acabar y le preguntó a la gente su opinión. Directo y de primera mano, sin elitismo ninguno y de tú a tú. Un detalle que algunos interpretaron arrogantemente como inseguridad y otros como ternura e inmediatez. El tiempo ha curtido su pellejo pero sigue siendo así: honesto, sensible y afectuoso, por lo menos en buena parte de las historias que canta, en algunos casos hasta inquietar por la intimidad de lo que cuenta. Un detalle de sinceridad que seduce y agradecen sus seguidores, algunos incluso fieles desde aquellos inicios y otros, a la vista de su edad, enganchados más recientemente, lo que le permite curiosamente acceder a dos generaciones simultáneamente en el mismo concierto.

Se ha ido también desembrazando de las señas de identidad de entonces, siendo menos evidente su engarce entre Vega y Enrique Urquijo. Quique se ha reinventado en un entorno de estética americanófila y sonido de road movie para fijarse en los individuos de a pie, de los que nunca salen en el telediario, a los que se acerca con un gran tacto y delicadeza. Sus canciones son películas rodadas con una cámara romántica que filtra la agresividad y violencia de la vida urbana rodeándola de un halo poético y estético que fácilmente podría acceder al gran público. Pero desde que decidió divorciarse de la gran industria y encarrilarse por la guerrillera vía estrecha de la autogestión, lo que ha ganado en libertad de acción lo ha perdido en difusión frenando su acceso a la gran escena.

En directo Quique González se rodea de un excelente equipo de músicos capitaneados por David Gwynn (Amparo & the Gang, Crhistina Rosenvinge, Marlango...) un músico californiano que lleva en España desde el 83 y cuya guitarra es un instrumento mágico, clarividente y de una limpieza infrecuente. Que con el polifacético Eduardo Ortega (Los Problemas) en los teclados, violín y otra guitarra conducen a los Taxidrivers con el extremado refinamiento, gusto y hasta lirismo que requieren las canciones de su cantante. Antaño en formato reducido, Quique se movía en tiempos lentos y medios y tímbrica escasa de cantautor, ahora desahoga su concierto también en estos términos, pero se permite acelerar a fondo como en 'Hotel los Ángeles' y permitir hasta punteos deslumbrantes de su solista ('Pequeño rock and roll'). Dos horas de concierto muy compensado y sobre todo cercano de un tipo que ha decidido quedarse sólo contra el mundo, aunque medio millar de personas aplaudan su presencia en el ring como un nuevo Kid Chocolate.