Texto y fotos: Juan Jesús García.
Los Planetas: Manzanas voladoras
Los Planetas volvieron a llenar la Copera. Tras su paso por las grandes ligas del Palacio de Deportes han vuelto a un espacio cuyas medidas controlan y son más manejables como la Copera. Llenarla para ellos es bien sencillo, y más contando con los Lori Meyers para ir entrando en faena, que cuando juegan en casa también empiezan a agotar el papel. El cartel por tanto reunía la crema del pop y rock granadino de los últimos tiempos y los paisanos no les fallaron.
La capacidad de convocatoria de los Planetas ha ido creciendo cada temporada y además variando, que en el concierto de anoche había ya más proporción femenina y ¡quién lo iba a decir! hasta un puñado de padres y madres en la puerta esperando para recoger a los más jóvenes de la sesión.
Tras los de Loja, los Planetas salieron cogiéndolo donde lo dejaron la última vez: en 'La Caja del diablo', ahora dispuesta como apertura para ir haciendo el oído al peculiar sonido plano que le gusta al grupo (o a su técnico), en el que no hay protagonismos individuales y que bascula en bloque hacia arriba, a las crisis resolutivas que culminan algunas piezas, o hacia abajo, en dirección a esos medio silencios tensos con los que juegan en ocasiones. Sin embargo es una placer sumergirse en ese paquete bien estuchado para descubrir las figuras del bajista o los añadidos del teclista, en ocasiones hasta sustentando la personalidad de los temas.
Su cantante bromeaba en la entrevista el pasado viernes sobre la espontaneidad 'currista' de sus actuaciones. Pero eso ya es historia, si bien en la primera parte del concierto no buscan la complicidad por la vía rápida, sino obligando a su gente a un borrascoso repertorio de los que requieren militancia activa (o algo más potente) para poder entrar. Material refractario de estira y encoge a cuya metabolización no ayuda la habitual actitud indolente de la banda en escena.
Aunque tras esa imagen ausente y nada comunicativa haya un guión perfectamente establecido y cinco actores que saben perfectamente lo que quieren, cómo conseguirlo y lo logran sin 'espantá' alguna.
Entre cerca de 30 canciones que llevan montadas van eligiendo a placer (suyo) lo que les pide el cuerpo y lo que conviene a cada momento dentro de una paleta de ritmos y ambientes ya muy surtida.
Hay algunas vías muertas que progresivamente van abandonando para no caer en una evidente redundancia y se han abierto algunos desvíos que como '124', el remate de las Vainica con 'Eso no lo manda nadie' o el homenaje a Bambino ofrecen un fresco futuro de posibilidades inexploradas. Otras como 'Segundo premio' o 'Cumpleaños total' funcionan como banderín de enganche indiscutible y sirven de desagravio por las zonas más tortuosas del concierto. Y de estas tiene más, pero tampoco abusan de los comodines más que lo justo: 'Un buen día' y casi ya están completos los accesos directos. En esto no perdonaron, que las leyes de los 'grandes éxitos' no van con ellos.
Como tampoco saludan, agradecen ni complacen peticiones ni bises, por más que el público se dejase las manos en el intento y se hayan despedido prometiendo que 'Podría volver'. Si han conseguido que las manzanas vuelen contra la ley de la gravedad, tampoco van a respetar ahora las leyes del pop.
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