Texto y fotos: Juan Jesús García.
Alan Parsons: Lo que la gente quiere.
Acostumbrados como hemos estado a la progresiva infantilización del mundo de la música, de nuevo los adultos están teniendo ocasión de recuperar el placer de la asistencia a los conciertos, aunque sea con cierto retraso histórico. El de Alan Parsons fue la excusa perfecta para encontrarse con los amigos o conocidos que llevaba uno sin ver desde hace años. Ahora menos, ya que las actuaciones de grupos como Deep Purple, Camel, Jethro Tull o los Credence (y próximamente Kansas y de nuevo los Purple) están sirviendo de punto de encuentro generacional; para hablar de la familia, los presentes, los ausentes, medirnos con discreción la alopecia o la cintura, enseñarnos las cámaras digitales e intercambiarnos los emails. Cosas habituales a los cuarenta. Público agradecido y exigente como consumidor que se lo pasó en grande con el concierto del gigante músico británico, que para la ocasión asomó enfundado en un inquietante guardapolvo negro. En el fondo un concierto no es siempre lo de más importancia, aunque en el caso de Alan Parsons el espectáculo sea plenamente competitivo y satisfactorio en si mismo, y ya con el plus añadido de la nostalgia fácilmente se puede calificar de éxito total.
El tan orondo como bonachón músico legitima con su presencia un concierto y una formación que podrían ser considerados 'de versiones' sin su estancia dirigiendo, ya que las diferencias nominales con el legado discográfico son totales; sobre todo en el apartado vocal, que es donde es más evidente ya que el timbre de P.J.Olsson no tiene nada que ver con los que pusieron las voces en los clásicos del Projet, como por ejemplo las de John Miles, Allan Clarke, Lenny Zakatek o Colin Blunstone. Aunque hay que añadir que como todos cantan (muy bien) y se apoyan en un sentido coral del tipo Moody Blues ya casi en desuso, los resultados rozan la perfección.
Desde 1975 con 'Tales of Mystery and Imagination' hasta 1982 con 'Eye in the Sky', Parsons y su socio Eric Woolfson lograron seis discos millonarios que son los que todo el mundo quiere volver a oír; él lo sabe y complace las peticiones. Así que pasando deprisa sobre el reciente 'A Valid Path', que sirvió sobre todo para redescubrir la brillante digitación de Godfrey Townsend, supliendo a David Gilmour en 'Return to Tunguska', entramos en materia.
Hábilmente fue salpicando el concierto con sus citas más célebres, a veces enteras y otras encadenadas para ganar tiempo, pero siempre saludadas con exclamaciones de emoción por parte del respetable: esos "¡ohhhs!" y "¡ahhs!" seguidos de aplausos que evidenciaban el regreso desde el inconsciente más remoto de algunos placeres adolescentes ya olvidados, y sin necesidad de comer magdalenas. Ahí quedaron: 'Damned If I Do' (de 'Eve'), 'Don't Answer Me' (de 'A. Avenue'); 'Breakdown / The Raven' (mitad 'I Robot' y 'Tales of Mystery'); 'Luciferama', 'Sirius' y 'Old and Wise' (de 'Eve' y 'Eye in the Sky'); 'What Goes Up' y 'Can't Take it With You' (de 'Pyramid'); 'Time' y 'Games People Play' (de'T. of a Friendly') y 'I Robot' y 'Don't Let it Show' (de 'I Robot'). Melodías inolvidables que cada uno recuerda perfectamente dónde, lo que hacía y con quién cuando las escuchó por primera vez.
El secreto del éxito lo señaló el gran Ray Davis: "Dad a la gente lo que esta quiera". Habría que añadir que con profesionalidad y precisión, mejor. Y a la salida unas cañitas con fulanito/a, compañero/a de juventud despistado/a hace lustros: "¿Ah que ya no fumas...? No, lo dejé en el tercer embarazo..." Cualquier rock sinfónico pasado siempre fue mejor.
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