Texto: J. M. Chicharro.
Fotos: Javier Rosa.


Tremendos Fuzztones.

"Podría ser tu padre, nena". En efecto, el bueno de Rudi Protrudi podría ser el padre de aquella muchacha de coletas y flequillo a la que segundos antes fregaba la boca con rockanrolera virulencia. De hecho, Rudi podría ser el padre de la mayoría de los tres centenares de melenudos que el pasado viernes 8 de abril se dieron cita en la malagueña sala Boga Boga para ver a los Fuzztones.

El mítico grupo sigue siendo, cuarto de siglo después, una banda arrolladora. Pocos bolos saben tanto a victoria para los fans como los protagonizados por los Fuzztones. No son conciertos. Son festivales de hora y media. Y ocurre de todo. Una muchacha que se acerca al escenario, Rudi que se agacha, y ambos que se comen la boca desenfrenadamente. A partir de ese momento, el concierto dejó de tener escenario y se convirtió en una fiesta. La gente subía y bajaba de las tablas, las niñas de negro movían el cuerpo y más de un macarra acabó en el suelo. Tremendo bolo.

Y es que, pese a los años, Rudi y compañía mantienen sobre las tablas eso que nunca se pierde y que distingue una banda de otra. Eso que se llama actitud (lo del corte de pelo es opcional, pero nunca viene mal) y que no se ensaya. O se tiene o no se tiene. Y los Fuzztones desprenden actitud en cada acorde. Sólo así se explica que, pudiendo ser los padres de la mayoría de los que acuden a verlos, les ganen el pulso en cada noche. Imposible seguir su ritmo.

En la Boga- Boga la banda neoyorkina empezó fuerte y siguió más fuerte. Sin concesiones. Empezaron con "I never knew", "Third times charm" y el temazo "1-2-5". Y desde ese momento nadie dudó del éxito del concierto. Aquello se fue calentando a la velocidad de la luz. No son un grupo, son una manada, que diría Valdano. Además, la vuelta de Jana Caldwell a los teclados le ha vuelto a dar ese punto especial que siempre ha tenido el sonido de Fuzztones. Buen sonido, impresionante actitud.

Nadie lamentó haber pagado la entrada. Todos sabían que los Fuzztones seguían siendo ellos. Algo que quedó demostrado especialmente al final de la actuación, con tropecientos tipos bailando junto a Potrudi en un fin de fiesta sensacional. Sí, Rudi puede ser el padre de todos nosotros, pero va a enterrarnos a base de rock and roll.