Texto y fotos: Uge Martín.
La noche del viernes 4 de enero la afición flamenca vallisoletana se dio cita en el Café España para escuchar a la malagueña Mª Teresa Sánchez, La Cañeta, tras una programación en la que venía siendo habitual la repetición de cantaores que garantizan el aforo más que completo del local (y cuando digo más que completo es exactamente eso lo que quiero decir. Cualquiera de los espectadores que acudieran a las actuaciones del Capullo de Jerez, Agujetas o Chano Lobato me comprenderá perfectamente).
Esta vez la dirección del España optó por una cantaora como La Cañeta, lo que debemos agradecerles por varias razones. La primera de ellas es la elección de la artista, una festera, llena de flamenquería, genio y compás que no se prodiga mucho por los escenarios castellano-leoneses. Que actuara en el España nos ha dado la oportunidad a muchos de verla por primera vez en directo. Es de agradecer -al menos a juicio de este cronista- una cierta variedad en la programación. Siempre es una maravilla escuchar buenos cantaores, eso no lo discute nadie, pero si nos fijamos en las veladas flamencas de los últimos años del España nos daremos cuenta que muchos han repetido: Chano, Agujetas, Talegón de Córdoba, Menese,
Merenguito, El Capullo de Jerez, etc. Por eso, y teniendo en cuenta que la oferta de actuaciones flamencas abiertas al público de Valladolid se reduce prácticamente a la programación del España (el Calderón se centra más en el baile y en la guitarra, aunque ocasionalmente incluye en su ciclo a buenos cantaores), yo me alegré mucho cuando me enteré que La Cañeta iba a ser la protagonista de una de las veladas del Café.
Las puertas del local se abrieron, como es habitual, una hora antes de dar comienzo el espectáculo. El público fue entrando poco a poco hasta llenar el café, ocupando todas las mesas pero sin llegar a abarrotarlo, con lo que el auditorio estuvo más cómodo que en otras ocasiones en las que muchos de los asistentes se encontraban con que, tras haber pagado una respetable entrada, únicamente podían estar de pie en un rincón estirando el cuello para intentar ver, tras una nube de cabezas, algo del lejano escenario.
Tras la presentación de los artistas, El recital dio comienzo con un solo a cargo de Antonio Soto, ganador del Bordón Minero en La Unión, encargado de acompañar a la cantaora posteriormente. El tocaor se lució interpretando una taranta un tanto barroca en la que dio muestra de su indudable habilidad técnica, recibiendo una cerrada ovación del público. A continuación hizo acto de presencia en el escenario La Cañeta, secundada sobre las tablas por las palmas y jaleos de su marido José Salazar y Gema Garcés.
La Cañeta salió al escenario guapa de veras, con su bata de volantes y su flor en el pelo. Después de saludar y piropear al público, con el que conectó de inmediato, se arrancó por unas alegrías con todo el sabor gaditano. A continuación, José Salazar se "echó p'alante" por soleares. La voz no le acompaña demasiado, sin embargo pone corazón y flamenquería en sus interpretaciones, como demostró con mayor fortuna en la segunda parte del espectáculo, en la que se lanzó por bulerías. ¡Bien el romance de la reina Mercedes por bulerías! En el flamenco no todo es la voz, también está eso indefinible que configura la esencia de este arte.
Tras la actuación de su marido, La Cañeta desgranó unos tangos, acordándose de su madre La Pirula y de su tierra malagueña, a la que rindió homenaje con unas letras de tangos del Piyayo. La cantaora terminó prescindiendo del micrófono y deleitando al personal con unos pasitos por tangos que fueron muy aplaudidos y pusieron en pie a parte del público, dando paso al intermedio que, en esta ocasión, fue considerablemente más corto de lo que viene siendo habitual.
La segunda parte del espectáculo comenzó con el baile de Gema Garcés por alegrías y continuó con el ya mencionado cante por bulerías de José Salazar. Finalmente, La Cañeta retomó el protagonismo de la velada interpretando en pie y sin micrófono -con el poderío de voz que tiene no le hace falta para nada- unas bulerías en las que demostró todo su buen hacer como festera, cantando, bailando, dando palmas y mezclando letras tradicionales con el "Corazón partío" de Alejandro Sanz y la "Bulería" de Bisbal. Al terminar, y tras los aplausos y saludos correspondientes, los artistas se despidieron, dando por finalizado el espectáculo. Ante los aplausos del público accedieron a salir de nuevo al escenario, cantando otra letrita por bulerías y despidiéndose a compás: ¡Adiós!, ¡ Adiós!, ¡ Adiós!
En realidad, lo que vimos la noche del viernes no fue solo la actuación de una cantaora, sino un pequeño cuadro flamenco en el que todos los integrantes tuvieron su momento de protagonismo. El pero que podemos ponerle a la velada es que La Cañeta hizo solo tres cantes: alegrías, tangos y bulerías. Es cierto que ella es una cantaora festera y que esos son los palos en los que más destaca y probablemente en los que más cómoda se encuentra, pero también podía haber cantado bulería por soleá o fandangos, que en sus discos los tiene grabados y bien cantados.
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