Texto y fotos: Prensa Festival de Jazz de Granada.
María Joao: Una personalidad única
Tan cerca y tan lejos. El eslogan publicitario de Portugal sirve perfectamente para resumir el concierto de la cantante lisboeta Maria Joao en el festival de jazz de Granada. Por increíble que parezca era la primera vez que actuaba en Andalucía Oriental, cerrando una gira de presentación de tres conciertos andaluces en Jaén, Sevilla y Granada, a cual más llamativo.
Hablar de María Joao y de su fiel pianista Mario Laginha es hacerlo de dos creadores absolutos, dos rebeldes natos de la música dispuestos a llegar a las más altas cotas de la heterodoxia, dos músicos del mundo sin ataduras ni servidumbres capaces de hacer los esperado y también de los menos insospechado. A María Joao se la supone una cantante de jazz, lo ha sido y lo es, cuando quiere, como su pianista, pero en estos conciertos se ha revelado como una cantante imprevisible y chocante que parte sobre todo del área de influencia portuguesa, sin casi contacto alguno con los parámetros del jazz afroamericano.
María Joao, tras ser una magistral cantante de estándares, decidió romper el molde y reinventarse a sí misma a partir de la libertad absoluta, desde un marco de tres lados: las influencias lusoafricanas, las portuguesas y las brasileñas. El resultado es cualquier cosa menos lo habitual, ni en fondo ni en forma.
En esto Laguinha sigue a pié juntillas las ocurrencias de la cantante, y tan sólo cuando ella se retira al fondo del escenario a bailar aparece la pulsación jazzística que se le supone. Pero cuando ella, vestida con un cinematográfico traje rojo y descalza, acudía a la llamada del micrófono, cualquier cosa podía pasar, y pasó. Con un punto delirante en supuesta en escena de pura extraversión, sin parar de bailar y de reinterpretar en términos teatral las canciones, María Joao no tiene comparación absolutamente con nadie. Poseedora de una batería de registros que rozan el arte de la ventriloquía, y de una gama tonos y maneras increíbles, se convierte simultáneamente en varios personajes a la vez, dialoga, canta o discute consigo misma y con todos los protagonistas que es a la vez. Todo un espectáculo.
La influencia africana es fortísima en su cancionero, en ocasiones absolutamente tribal y cantado en dialectos mozambiqueños. Con unas prestaciones técnicas fuera de serie y una inventiva desatada, la cantante portuguesa (de madre africana) dejó boquiabierto, por no decir estupefacto al público que llenó el teatro Isabel la Católica. Y es que personajes tan sumamente originales, una mezcla de Bjork, Nina Hagen, Pipi Calzaslargas, Gilda, etc., no aparecen todos los días.
Aprovechando que era la presentación oficial en Andalucía el dúo, con la compañía de una sección rítmica, dio un repaso a su discografía conjunta que abarca cerca de una docena de años, incluyendo buena parte de su reciente disco 'Tralha', un álbum electrónico que sonó en versión orgánica, sin samplers ni pregrabaciones, pero con el mismo indescriptible misterio que lo registrado en estudio. Canciones que como 'Parots & lions', 'Maos na parede' o 'My skin' no tienen ningún punto en común con lo habitualmente escuchado son un regalo para los oídos, sobre todo para los que buscan la singularidad de lo no descubierto aún y gustan de poner distancia con la música y las referencias del obligatorio imperio anglosajón. Un personaje absolutamente impar cuyo arrollador encanto personal y profesional arrebató al público obligando a que saliera varias veces a escena al final de su actuación.
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