Texto y fotos: Juan Jesús García.
Mike Stern y Richard Bona: El monstruo y sus amigos
En uno de los primeros titulares que se escribieron en España sobre Richard Bona, antecediendo su primera actuación, se podía leer amenazantemente: "¡Llega el monstruo!". Ahora tras cuatro actuaciones suyas en Granada, que ha sido empeño de los dos festivales hacerlo popular por aquí, el 'monstruo' da mucho más placer que susto. Dicho esto sin ánimo de ofender al titular de la noche, Mike Stern, lo cierto es que Bona ha llegado a un público que empieza a ser masivo y es un invitado de lujo en una formación que resulta ser un 'Dream Team' arrollador, y es que los monstruos no son solitarios sino que se mueven en manada. Ahí es nada el tórrido Bob Franceschini, socio fundador con Ruben Blades de Seis del Solar o el tormentoso Dennis Chambers, que igual acompañaba el refinamiento de de Bill Evans que funkeaba con Parliament o Funkadelic.
Tanto Stern como Bona saben mutuamente de qué van, baste decir que Stern ha tocado con Pastorius y Bona con Metheny, así que son biligües. Los hemos visto por separado, este verano en Jazz en la Costa, pero juntos mejoran la propuesta porque cada uno compensa los excesos del otro, la tendencia a la digitación desmedida de uno, y el populismo creciente del otro. Como no suele ocurrir en el jazz, donde son frecuentes las 'reuniones temporales de empresas' que encubren poco más que una jam para coger el dinero y salir corriendo, el encuentro de anoche resultó un concierto en toda regla, ordenado y estructurado, y no el habitual duelo de titanes para ver quién dispara más rápido.
El guión pertenecía a Stern y nos es familiar, a saber: salida en tromba, pausa, improvisación y traca final para despedir. Arquitectura que estando Bona de por medio aumenta el vértigo sonoro, desde los arranques duros (¡incluso bromeó por Deep Purple!) a delicadísimos momentos en los que hasta el silencio es altisonante. Tocó fondo con su obligatorio 'Eyala' , cantado en su idioma materno, el douala, y que es una reelaboración cargada de lirismo de una nana camerunesa, un valle entre picos de ¿jazzmetal? como 'Play' o 'Aha aha Hotel' en un tobogán de dinámicas extremas de los que erizan el vello.
No es preciso descubrir a los 52 años a Mike Stern, por cierto que hecho un chaval y con una imagen que recuerda a la de Jeff Beck, uno de los pocos guitarristas que puede frecuentar el jazz y el rock con propiedad, utilizando fraseos swingueantes con una digitación impecable, con esa guitarra abierta que tanto le gusta a los guitarristas contemporáneos de jazz al lado de riffs casi de heavy. Y todo sin perder la sonrisa de los labios, que en esto de disfrutar es igual que Bona, para el que tocar es una fuente de felicidad que hace extensible con bromas y humoradas al mismo público. No es de extrañar, por tanto, que el concierto durara casi dos horas y media y que todo el mundo saliera con una sonrisa 'monstruosa' en la cara.
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