Texto y fotos: Juan Jesús García.
P.P. Arnold: Oro negro
Patricia Arnold es uno de esos tesoros que guarda anónimamente la provincia de Granada, artistas que se han refugiado en nuestra tierra buscando la distancia con el ruido mundanal, como Dr. Robert, Branduardi, Chris Stewart, Nacho Cano (no, éste mejor no contarlo) o en su momento Stan Getz y Astrud Gilberto. Verla y poder escuchar su voz larga y sabia a metro y medio de distancia es un placer que roza el privilegio sólo explicable por la cercanía de "su casa" como ella misma no se cansó de decir.
Para los granadinos Teenageers algo así como lo de Fátima pero sin corderos, efectos especiales o misterios: cuarenta años de experiencia en un metro sesenta de mujer pletórica de alegría y energía es el mejor entrenador que puede tener uno. Y se les nota ya que han dado un gran paso adelante en concreción, sonido y cohesión.
Como mandan las reglas del show empezaron ellos para ir cogiendo la temperatura de crucero, con un Roberto desatado y cada día con un metal más negro en la garganta aunque sus querencias por el soul se les note de segunda generación vía Inglaterra. Ahora en cambio tiene una referencia de primera mano, de las que pueden decir con autoridad "yo estuve allí" (cosa que tampoco para de decir, e incluso de escribir en sus inminentes memorias que se prometen jugosísimas).
P. P. Arnold creció con el soul-pop de la primer la mitad de los sesenta, su voz alta y juguetona nos remite a los grupos femeninos de Berry Gordy y la Motown, al Phil Spector enamorado de las Ronettes, voz festiva y floreada sin la gravedad de las diosas de la segunda mitad de la década. Su repertorio también nos remite a la adolescencia de la música negra, juguete estilístico para muchos músicos británicos de cuna blanca y enamorados de un 'alma' inalcanzable para ellos, precisamente los que adoptaron a P.P Arnold como dama cercana y merecedora de adoración al quedarse a vivir en Europa. Buena parte de las canciones que prepararon para ella, Steve Marriot, Cat Stevens o Mick Jagger antes del 65 son las que siguen obligatoriamente en su cancionero, fogoso, arrebatado y ciento por ciento bailable.
Temas como 'Im so Thakful' que ya coreaba con Tina Turner y su maltratador marido, 'Angel of the morning' que debió de ser su particular 'As tears go by' sin Richards de por medio, o la bellísima 'First cut do is the Deepest speak' regalada por un todavía cristiano Stevens. Temas de época que en una robusta construcción de los Teenagers nos remitían a un sonido y una forma de hacer las cosas que nadie de los presentes habíamos vivido más que por referencias. Su concierto se completó con clásicos del género como 'Everythings goona be Alright' con unos embaucadores juegos de metales y la sorprendente 'Every little bit hurts' que llegaron a hacer hasta The Clash en una acto de fe. Todos un pedazo de concierto, sudoroso, compartible, saboreable hasta la última nota y con la frescura de una música incomparable, incluso cuarenta años después de su nacimiento. Oro negro.
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