Texto y fotos: Juan Jesús García.

Cecilia Ann: Cuenta, cuenta...

Cuatro años llevaban Cecilia Ann sin tocar en casa hasta el viernes por la noche. Noche que el cielo ponía en duda pero que al final fue un techo exacto, de la primavera contenida que vivimos que ambienta a la perfección la melancolía colorista de este grupo granadino.

Al contrario de los que sucede en otras disciplinas (habida cuenta del cainismo vecinal característico de la zona), en esto de la música jugar en casa supone una tensión añadida de la que pocos grupos parecen escaparse. A Cecilia Ann les costó soltarse la melena, y eso que ajustaron sonido con 'Witchi Tai To', un conjuro de los indios norteamericanos útil para espantar los malos espíritus que han utilizado desde grupos de pop a jazzistas como Jan Garbarek, sortilegio que en este caso surtió efecto retardado. Tanto como el público muy escaso y dubitativo al comienzo y abundante y satisfecho al final.

Los Cecilia Ann 2004 en directo aparcan buena parte sus gustos detallistas de estudio en función de una mayor efectividad en directo. Apenas algunos apuntes añadidos de orquestaciones o percusiones acompañaron sintéticamente su concierto, fundamentalmente basado en los juegos electroacústicos de las dos guitarras y en los floridos arreglos para voces, detalle este último que el grupo cuida hasta el mimo y que caracteriza su sonido, aún teniendo la impresión de que por este lado van a llegar mucho más lejos cuando los cuatro rompan a cantar y decoren vocalmente aún más las piezas.

Se trataba de presentar 'Si yo te contara', su primorosa colección de canciones más recientes y que tiene en 'Mi revolución' o 'Ding Dong' dos irresistibles banderines de enganche. Precisamente fue este último tema el que sirvió para desperezar el concierto, y abrir una extrovertida segunda parte, con 'Acuerdate de mi' y ' Local héroe 82', dos clásicos suyos perfectamente intercalados en el orden del día que en la versión de directo resultan arrebatadores. Desde aquí hasta el final el grupo ya no tuvo más que dejarse llevar para cerrar una presentación diáfana, convincente y medida hasta en el tiempo: una hora. Al día siguiente otro cuento, esta vez de príncipes y princesas de verdad, como los de toda la vida.