Texto
y fotos: Juan Jesús García
Tabletom: no se quitan
Tras varios cambios de fecha los malagueños Tabletom no escogieron la mejor para hacer su visita anual a Granada, el comienzo de vacaciones les impidió computar (y cobrar) el lleno al que están habituados en esta ciudad, y eso que aguantaron hasta muy tarde para hacer mejor caja por 'razones técnicas'. El veteranísimo grupo 'boquerón' es una institución tardía en la música andaluza, cuyo reconocimiento 'de carambola' les ha llegado al cabo de los veinte años de estar 'vivos y coleando' (según ellos mismos) y tras un desfile importante de músicos en la formación. Grabando en una de las compañías promocionalmente más inoperantes de Estado, como es Nuevos Medios, poco hubiesen podido esperar si no les llega a echar un importante cable Roberto Iniesta, descubridor entre todas las comillas del mundo de la expedición freak que dirige el impar Roberto González. Si en su momento formaciones sureñas como Tabletón, Luzbel e incluso los primeros Veneno eran difícilmente exportables fuera de Andalucía por sus peculiaridades tan enraizadas, ahora mismo son auténticos iconos de la originalidad de unos mundos meridionales imposibles de imitar, y eso que hay muchos nombres intentándolo desde que el término 'fusión' se hizo moneda de curso legal. En el caso de los malagueños algo imposible de alcanzar porque Robertos González sólo hay uno y es intransferible.
Muchos momentos antes de salir a escena (casi dos horas de retraso) los titulares del cartel, Ganjazz hicieron todo lo posible por animar al respetable. Desde Marbella la maxiformación fueron el complemento perfecto para una banda como Tabletom, eclécticos, perfectamente ensamblados, habilidosos instrumentalmente y con un notable desparpajo rapeado de corte sindicalista en absoluto autolimitado. Si no llega a ser por ellos la espera hubiese sido mucho más larga. Ganjazz, un nombre a seguir de cerca.
Tabletom lleva en esto desde finales de los setenta, y no se quitan. La formación actual es ya estable y además tiene vida propia (y hasta un grupo paralelo), lo que es perceptible en su directo, de elaborado funky jazz eléctrico cuando funciona instrumentalmente y ajustada al universo González cuando el poeta anticantante se cuelga sobre el micrófono con su voz bien curtida al 'don simón'.
'Cazuela de rock', una historia sanitaria de las maldades de la vida del rock and roll fue su aviso de llegada, seguida del programa de festejos ya habitual por inamovible desde hace dos años cuando publicaron '7000kilos', por cierto que con una de las portadas más 'primaverales' que se recuerdan. 'El Reggae de las macetas', 'No tego ná', 'Pescaito frito', 'La parte chunga' , la obligatoria 'Me estoy quitando' su único 'no-éxito', y una antiquísima 'Ininteligible' de su primer disco 'Mezclalina' forman parte de la colección de canciones que 'Rockberto' escupe tabernariamente sobre la brillantez de sus compañeros, unos metales diestros en los arreglos más enrevesados y un guitarrista, Perico Ramírez, que cada día rememora más en sonido y estampa al Metheny más vistoso. Como dijo Félix Grande: "lo decisivo fue la mezcla", bueno... y el papel.
|