Van
Morrison: rugido estándar
Texto
y fotos: Juan Jesús García
Escuchando los últimos discos del León de Belfast uno llega a la conclusión de que se ha hecho manicura en las garras, en su abundante producción de los noventa Mr. Morrison cruza a velocidades reglamentarias la llanura del R&Blues sin la mínima perturbación. Usa ya varios modelos de canción, casi siempre partiendo del blues y con arreglos de big band de bolsillo, apurando el temblor emocional del Leslie que produce el Hammond B-3 y completando la faena con su voz perfeccionista y negriblanca. Y así van pasando los años, y los discos...y los conciertos, no sin la sospecha de cierta rutina por ambas partes.
La tercera visita de nuestro hombre a Granada quizás haya sido la menos comprometida de todas, la sensación de parada y nada de fonda en un concierto automático y perfecto surge en quién lo ha visto en alguna ocasión con su banda de lujo, con Georgie Fame o Pee Wee Ellis por ejemplo, y hasta teniendo que pelearse incluso por la plaza en vez de dirigir su domesticada orquesta con dos dedos. A su lado cuatro músicos estrictos de ejecuciones perfectas en labores solistas, sobre todo los metales Matt Holland (su trompetista de confianza desde hace años) y Martin Whinnig con quienes ha grabado también su último disco, y los discretos David Hayes en el bajo, Boby Theren en la batería, John Edwards en la guitarra y el teclista Chris Dunn. Músicos, que salvo los vientos, no estaban allí para lucirse
sino para prestar un servicial trabajo al amo, aún así los solos con sordina del trompetista y la labor con el barítono el la juguetona 'Precious Time' fueron merecedoras del aplauso con que se les premio.
Con un sonido escaso y de club, el grupo de Morrison funciona como una Big Band personal. A él le gusta el sonido natural de club, y eso condiciona sus conciertos, sobre todo a las filas distantes que no reciben presión ninguna quedando el sonido en umbrales casi decorativos. Vale la pena gastarse alo más de dinero con este personaje para tenerlo cerca, puesto que lejos casi ni se tiene. La emblemática 'Did Ye Get Healed' sirvió a vez más de sintonía de alcance, sobre todo emotivo porque alumbró la posibilidad de poder escuchar su repertorio grande y no sólo los clásicos menores de los últimos tiempos. Una vez más el gozo se ahogó ya que el capricho del señor Morrison le llevó de nuevo por temas jóvenes de recorrido inmediato: en el escenario tienen un song-book del tamaño de la guía de teléfonos de Madrid y él va escogiendo caprichosamente lo que le parece cantar: estándares, éxitos propios o el último disco.
Perfecto de voz y registro el maestro mantuvo a raya a sus compañeros dirigiendo el tráfico de instrumentos con escuetos y drásticos movimientos de dedos, sin dejar mucho espacio entre el sonido de grupo a lucimientos personales por encima del trabajo de bloque y siendo la única 'rebeldía' de sus músicos las zapatillas deportivas del teclista bajo los trajes de riguroso negro 'club de jazz'. qué tiempos aquellos cuando Ellis tiraba del Van saxofonista y le hacia esforzarse o Fame (aquí, en el Womad) se lanzaba por libre abriendo en canal los temas en cada intervención a tumba abierta...Los conciertos actuales son tan exactos y predecibles como ver dos veces la misma (gran) película, no cabe sorpresa alguna: y ojo, de jazz nada, que el jazz se caracteriza por definición por la libertad de acción y la audacia.
Sus bajadas de tono y sus locuaces blues recitados, en algunos casos afectados hasta la irritación impostada, son parte de la expresividad marca de la casa que dan carácter a sus interpretaciones, siempre exactas. Excepcionalmente y sin que sirva de precedente en la canción 'Whats wrong with this picture' mr. Morrison pareció partirse de risa a la hora de cantar, faceta desconocida en el personaje y que a la postre casi pudo ser la novedad de este concierto: contra todo pronóstico tiene sentido del humor!
De su primer álbum para la Blue Note sonaron algunos temas como la parte central entonada en clave de blues clásico, casi rural, 'Whinin`boy moan' y el tema "Stop Drinking", inspirado por el viejo 'You Better Watch Yourself' de Lightnin' Hopkins, y "Little Village, con un detallismo folki a cargo de flauta y mandolina que nos recuerdan el pasado celta de nuestro hombre. Del 'back on the top' rescató
'In the midnight' y la titular del disco junto con la lúdica 'Preciouse time' antes mencionada y cerró con un 'Gloria' rehecho en su primera parte cuya cola terminó... cuando debía de estar ya por lo menos en el hotel. Esta vez no citó a Dylan como en su anterior visita, ni a Sinatra como hizo en Madrid el mes pasado, y las partituras no se abrieron tampoco por el 'Domino' o 'Bring side of the road' como cuando vino en el 2001, y ya por pedir siempre nos queda la ansiedad de escuchar la versión 2004 de 'Moondance', un tema que no ha grabado dos veces igual... Pero son tantísimas las canciones que uno quisiera escucharle que no caben en su hora y media exacta, de modo que siempre acudir a Morrison es frustrante por las ausencias, máxime cuando las presencias no superan el estatus de brillantes ejercicios del manual de autoestilo.
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