Dee Dee Bridgewater: la ópera de los diez millones.
Texto
y foto: Oficina de Prensa del Festival
El segundo concierto de la presente edición del Festival de Jazz ofreció en concierto a una de las voces actuales de mayor peso especifico del mundo del jazz y el musical, la franco-americana Dee Dee Breadwater. Una mujer que pisa fuerte en el escenario y en la vida, ya que si en el primero desata una gran energía salvaje, en el segundo ha aceptado hasta ser embajadora de la FAO para los países del tercer mundo.
Acompañada por un reducido trío, algo que es habitual en las giras de cantantes, si bien no tan frecuente el trato que les dedica: felicitándoles, jaleándoles y dejando espacio por delante para que corran solos (sobre todo al exhibicionista pianista y organista Thierry Eliez); nada más que recordar hace dos años el régimen 'manumilitari' del trío de Diana Krall para contrastar las diferencias, entre un concierto ardiente y otro gélido.
Su presencia en el escenario recuerda a la de una joven Tina Turner, todo energía, músculo y largas piernas al servicio del espectáculo. Dueña de físico imponente nada oculto tras un vestido de jirones de diseño que resaltaba sus felinos movimientos, Dee Dee vive lo que canta hasta extremos impúdicos: tras una impresionante recreación del 'Speak Low' no tuvo reparos en confesar "me he excitado cantado ustedes también?". Dotada de una voz poderosísima con picos de fuerza salvaje absolutamente animal, se hunde segundos después en la sensibilidad más delicada y acariciante; amplitud de registro imponente que salpimenta con su desinhibición y ausencia de prejuicios. Si además a estas facultades unimos una capacidad dramática heredada de los muchos musicales que ha realizado en Broadway, y un espíritu de gran dama de cabaret, el resultado sobrepasa los márgenes de un concierto de jazz para ser un gran espectáculo.
Y si a esa intensidad se le añade, el componente picante, la banqueta y la mesita con mantel rojo (faltó la vela) y la lengua desatada, el espíritu del musical berlinés se hace cuerpo, y la resultante de la ecuación se llama Kurt Weill obviamente, quien ha proporcionado repertorio a cantantes tan dispares como Lote Lenya, Ana Belén, Marianne Faithfull y nuestra Bridgewater, que le ha dedicado el disco completo 'This is new'.
Si el tándem Weill-Brecht copó su salida a escena, con 'hits' de la talla de 'Lost in the stars' , 'September songs' o la saga juguetona de 'Jenny', de entre todas las posibilidades de esta mujer escogió hábilmente las de un repertorio para gustar; tan sólo entre 'Stranger here myself' y el mencionado 'Speak low' ya habíamos tomado contacto con su amplísima gama de facultades, (incluidas las furibundas improvisaciones vocales con las que se enfrentó a sus compañeros como un instrumentista más) y faltaban aún 90 minutos por delante. El paso de ecuador fue a ritmo de blues orgulloso ligeramente escorado hacia el Caribe por el peso de los tumbaos, una invocación a Horace SIlver (al que dedicó en su momento un disco entero), con piezas como 'Cape verdean blues', la vacilona 'Doodlin' o 'Cooking at the Continental' en la que mano a mano con un desatado organista nos llevó hacia el soul de la Atlantic y definitivamente la religiosidad del gospel. Amen.
Como resumiendo todo lo dicho, al final volvió a recordarnos sus soltura dramática y la participación que hizo en la comedia 'Sophisticated ladies', con música de Duke Ellington. El único bis que concedió fue una desatada versión del 'Cottontail' en el que dobló 'scateando' a todos los instrumentos en una exhibición absoluta de autoridad vocal. Weill y Bretch se infravaloraron, en la interpretación de Dee Dee Bridgeewater su cotización pasa de los diez peniques a los diez millones.
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