Texto y fotos: Juan Jesús García.


Sin City Six: se fuerza la maquina

Saliendo del golpe bajo que le dio la vida con el fallecimiento de su primer cantante nada más debutar con este nombre, Norah, Banarby y Sobiesky, el núcleo duro de Sin City Six, están utilizando como terapia la carretera poniendo la máquina en la zona roja y han inventado el 'psicobolo' para echar fuera todos su demonios. Y nadie en el Planta pudo quejarse ya que se llevaron para casa media docena de satanases en el bolsillo. Decíamos en el previo que probablemente fuesen el mejor grupo de rock and roll de este país, y con conciertos como éste (o el que dieron en formato grande en el serie Z) no se puede dar por exagerada la afirmación. 

El trío lleva junto una eternidad y se conocen a la perfección, lo que redunda en una conjunción pétrea. Es de todos conocido ya por escuchado que la pareja formada por Sobieski y Norah Fidley forman una artillería de guitarras perfectamente organizada y sin miramientos, de los que se dejan los nudillos en los huesos en cada concierto, y mejor así porque pueden hacen más ruido. Y esto para el sonido que practican, descarnado, tipo Detroit, es insustituible. El bajista cada día recuerda más Norman Wat Roy en su esfuerzo casi catártico, mientras que el nuevo cantante, Russell Conway, que luce una dentadura perfecta para protagonizar Nosferatu-3, es un vocalista entregado, empujador y con hechuras de cantante de blues garajero ('One More To Cry' por botón) en su garganta y que aporta un calor nuevo al grupo con ese perfil, y de paso aromatiza a sudor el repertorio. Bravo cancionero que bascula entre el crepitar de las dos guitarras solistas y la macicez de la rítmica; raw ceñudo y rugiente expuesto con la mala leche y la inmediatez de mensaje que requiere el libro de estilo: ejercer de matadores con la bandera USA por capote no es una metáfora que requiera traductor. Sus mayores MC5 le daban otro uso más incendiario a los trapos, pero SC6 viven en Malasaña y eso obliga a cierto casticismo torero.