Texto: Paco Salas.
Fotos:
José Rojas.
No lo tenía fácil este argentino nacido en Alaska, de crianza
porteña y periplo newyorquino. La mayoría de la gente no
lo conocía, el auditorio hasta la bola y la noche platera con amagos de
tormenta, o sea que si me pongo el chubasquero, que yo no me
lo he traido, que vámonos para las carpas,
que quién es este tío?
Y así es difícil que te presten la atención debida, pero Lanuza tiene algo mágico que hace
lo difícil fácil.
Yo que tengo la costumbre casi siempre de ver los conciertos desde la última fila, esa noche no me
quedó más remedio que bajarme a la arena de las primeras
filas para escuchar bien lo que nos traía Kevin Johansen y su grupo. Y Kevin
traía mucho y bueno.
El concierto fue de menos a más y en él desplegó de una manera sutil toda la
música que traía en su morral, una mezcla de preciosas baladas, versiones muy originales de Culture Club, Serge Gainsbourg y algunos
más, y temas suyos bien armados y puestos en escena de una manera
sencilla junto con su grupo, que si bien es escaso de personal, tiene la contundencia precisa para la
propuesta musical de Johansen. En él destaca sobremanera el
batería Emique Roizner "el zurdo" que le da un peso y una solera cojonuda. Estamos hablando del
batería de Astor Piazzola, de Vinicius de Moraes y otros tantos monstruos musicales latinoamericanos que han tenido la suerte de contar con
él.
En definitiva, el concierto de un músico multiforme, que huye de las etiquetas y que utiliza la
deconstrucción musical postmodema para darle un repaso a
géneros como la cumbia, el tex-mex, el tango, las habaneras, la bossa nova, reggaes
porteños y lo que haga falta... hasta nanas.
Hace unos años me llevé una sorpresa muy agradable con el uruguayo
Jorge Drexler, este año me he llevado otra con Kevin
Johansen. Ambos se mueven como pez en el agua en los mares del eclecticismo.
Creo que Carlinhos Brown era el más esperado en este
especial Latinoamérica que Pirineos Sur ha programado para esta
decimosegunda edición. El ambiente, ya calentado por Kevin
Johansen, era espectacular con un auditorio basta la bandera y deseoso de
marchón para combatir a los elementos
meteorológicos.
Si hiciéramos una descripción cinematográfica veríamos lo siguiente: a la izquierda las luces del pantano iluminando las aguas con
algún reflejo verde de los coches de la Guardia Civil, a la
derecha Sallent de Gállego y en medio el patriarca Carlinhos Brown con su grupo encima del escenario flotante repartiendo cera a diestro y siniestro.
Sobrevolando todo este espectáculo un sin fin de relámpagos que nos enseñaban a fogonazos
intermitentes las montañas traseras. Vamos, que
parecía un episodio de las guerras modernas que nos ponen en
televisión, con las bombas inteligentes no dando ni una en su objetivo, y Carlinhos con el publico defendiendo con arte este recinto maravilloso donde nos encontramos. Un autentico flipe para los sentidos.
El concierto de cerca de tres horas trascurrió de principio a
fin en un clima de entrega total tanto del público como de los
músicos, con un Carlinhos cantando, tocando, dando mensajes de paz y de buen rollo para todo el mundo, y demostrando una vez
más que es un auténtico monstruo del escenario, logrando una
integración total de la música pop con los ritmos
afro-brasileños y muy conectado a las últimas tendencias
contemporáneas. Vamos, un músico total lo mires por donde
lo mires, que hace que entreguen la cuchara hasta los
más puristas, que de lo que entienden mucho es de afilar las navajas siempre en la misma
dirección.
Empezó con Carlito Marrón y acabó con Carlito
Marrón, y entre medias tres horas de lujo para los que
tuvimos la suerte de asistir a este concierto, que por mucho que os cuente no
lograré describiros en toda su extensión. Hay que estar en Lanuza, hay que estar en Pirineos Sur para vivirlo, para sentirlo, para disfrutar de esta tierra privilegiada y de sus gentes. Lo
demás, son zarandajas.
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