Texto y fotos: Juan Jesús García.


Espárrago made in aquí.

La versión local del Espárrago que nos ha tocado en esta celebración desparramada por toda Andalucía del decimoquinto aniversario legó aquí con marchamo eminentemente sureño. Salvo Rosendo, la producción olía a Sur tanto como a ya visto: el guitarrista y Tomasito eran los dos únicos nombres que en esta temporada no han aparecido por aquí en otras ocasiones, que en el caso de Ojos de Brujo ya son tres. Apuesta sobre lo deja vu y muy contrastado que garantiza tanta seguridad como escaso riesgo. Reciclaje de programas común a otros aspectos de este minifestival, sean las proyecciones antológicas de otros años, las pulseras del 99 o el mismo cartel principal impreso en el reverso por la campaña de los servicios sociales 'todos iguales-todos distintos', por lo visto en esta casa no se tira nada. 

Nadir y Chamarreta fueron los grupos invitados, Tomasito y la Mala el ritmo del extrarradio, Mártires del Compás lo ausentes (no tocaron), Ojos de Brujo los triunfadores con su repetitiva pachanga bulerumbahop y Rosendo el emérito más aplaudido. No estaba en el cartel pero el grupo que más actuó fue 'Visite nuestro bar', casi una hora de bolo suyo entre grupo y grupo. 

Lo mejor de el Espárrago, ayer y en las quince ediciones, de festival, ha sido el público, dispuesto a gozar y con unas irreprimibles ganas de divertirse en una hermosa noche de primavera tras el miniotoño de la semana pasada. 

Público de edades dispares y apariencias curiosas, como el de Rosendo, en muchos casos disfrazados con camisetas coloristas intentando inútilmente librar ay! a sus depósitos de tocino de la ley de la gravedad. Entre los tres mil largos presentes (había sitio incluso para más gente, pero el cartel no daba para más obviamente): Pies negros, verdes, rojo adidas, negro militares, nike-rap y chanclas con dedos cruzcampo; buenrollito people en versión caló la de Ojos de Brujo, guiris un tanto despistados perplejos ante el descaro de La Mala (nunca un nombre fue mejor puesto. Bueno sí, el de los mallorquines Peor Imposible) y colados de todo tipo y condición, que lo de saltar la valla del Espárrago debiera ser declarado deporte olímpico. Gente que se achicharró en el tostadero de carne que fue el Auditorio de Maracena a media tarde, aguantó colas hasta para desbeber, soportó a Visite Nuestro Bar durante horas y pasadas las tres y media de la madrugada hasta tenía aún fuerzas para pedirle más y más al narigudo carabanchelero. Gente diez.


Rosendo: maneras de vivir

La participación de maese Rosendo el guitarrista en esta versión doméstica del Espárrago es una buena noticia, tanto como su inclusión en cualquier otra programación, sea el Viña Rock o el Zaidín. Rosendo, miren ustedes se lo merece, y todo. Máxime cuando ha pasado años en barbecho en el que su nombre era sinónimo del acabamiento prematuro con que se condena a los músicos de más de cuarenta años en este país; Si las hemerotecas hablaran de lo que se ha rajado!. Ahí está, con un par, sigue y lo reconocen ahora hasta los esnobistas o ignorantes que han echado pestes de él y de lo que representaba. 

Vaya por delante que uno no puede ser objetivo con este personaje, porque apenas con dieciséis años, dos menos que él, ya lo había contratado para tocar en su colegio menor (y las fotos que uno hizo de aquel concierto ilustran varias biografías suyas y de Ñu: son las más antiguas en directo que tiene). Un año más tarde debutaría en Granada en el Aula Magna de ciencias, también con Molina, en el que el abajo firmante de nuevo estuvo implicado Y estamos hablando de que Franco estaba aún vivo! Por lo confesado la puntación de lo que sigue en subjetividad es de diez cum laude. 

Este pequeño ejercicio de memoria sugiere también que buena parte de los que aplaudieron a Rosendo en Maracena apenas habían nacido, si es que lo habían hecho cuando él ya gastaba stratocaster. Curiosa apreciación que revela su capacidad de enganchar generaciones al cabo de estos treinta años; no hay muchos casos parecidos en el rock español de aprecio o respeto (con sus más y menos) como el suyo. 

Paradójicamente, y a pesar del cariño, muchas de las canciones de Rosendo son, como calificó su antiguo socio Molina bautizando de paso a su grupo "un Leño" (podía haber dicho "un Mazo" pero ese grupo ya existía). Son piezas sobre ritmos medios y movedizos en los que frecuentemente sus conciertos se empantanan dadas las limitaciones de la formación de trío, y del concepto austero y recio que tiene de él. Curiosamente el de Carabanchel tiene un repertorio muy amplio como para ordenar un set list mortal, pero al menos en las últimas, pongamos que doce ocasiones, que uno lo ha escuchado la parte central del concierto se hace de digestión difícil, aún queriendo tragar. Su toque bronco y monásticamente roquero y su timidez escénica y comunicativa confieren toda la atención a su sonido, que no siempre es el mejor. Aquí es tradicional su mala suerte, si en el Zaidín perdió media P.A. durante todo el concierto ayer tuvo dos interrupciones y una cualidad acústica francamente mejorable.

Rosendo es el depositario español ("mas de barrio que las farolas" como decía Josele Santiago) de una forma de tocar de la que jamás se ha apartado (lo de Rory Galagher en el teatro Monumental fue como los de Saulo en el caballo). Como resulta imposible de apear de la manera de cantar que se ha inventado, haciendo virtud de la necesidad. Pero si esta última roza los nódulos y ya casi no llega (en 'Flojos de pantalón' ni Yosi ) y ha creado escuela, como guitarrista se mantiene imperturbable en la tradición de los instrumentista de mediados de los setenta: por ejemplo el riff de 'Lo que me das' es común al Mike Ronson (Bowie-Reed) de la época, otro personaje que sacaba fuego de los tiempos medios. 

Entre ripios rosendianos, majetes, picaportes y berberechos, con los que habitualmente decora humorísticamente sus canciones, (con letras de una lectura mucho más realista y escasamente divertida), tuvo un hueco para recordar a Antonio Flores (otro rehabilitado tarde, en su caso demasiado) y a Leño. De todo lo dicho nada a partir de la segunda hora; tras el notable ejercicio de digitación blusística de 'Malavida' convenientemente reconocido y aplaudido por el respetable, su concierto encarriló el final con una serie encadenada de temas incontestables: 'Flojos de pantalón'-'Manifiesta deprimente'-'Sorprendente'-'Loco por incordiar'y 'Agradecido'. Un final lanzado que por increíble que parezca coreaban al unísono, público, hamburgueseros, y hasta guardias jurados. Y es que Rosendo, a estas alturas, ya somos todos; aunque cada uno tenga su particular "manera de vivir".