La leyenda actuó en Granada

La presencia de Freddie Hubbard en el festival de jazz de Granada ha sido una de las asignaturas pendientes de la veterana muestra andaluza, cuyo discurrir ha sido paralelo a al ausencia de este mítico trompetista por razones de salud que ha sido considerado uno de los tres mejores de toda la historia de esta música. Recuperado este mismo año para la música en vivo Granada se aprestó a solucionar este asunto cuanto antes, y este fin de semana llegaba a la muestra al frente de sus octeto The New Jazz Composers. 

Sin embargo, muy lejos queda ya el titánico trompetista violento y agresivo de antaño, amigo de duelos de solistas y de los excesos sonoros más vigorosos. El tiempo le ha pasado factura y las lesiones apenas le permiten tocar con propiedad, su fliscorno se escucha ahora suave, corto y sedoso y el músico ejerce más de director de orquesta que de líder. 

La historia de estos conciertos que está dando es todo un ejemplo de admiración y amistad, similar a la de la película Round Midnight con Dexter Grodon de protagonista, ya que ha sido este octeto de músicos jóvenes el que fascinado por su música le han empujado de nuevo a tocar, y lo que él no pueda hacer lo hacen ellos. El concierto de Granada fue casi un homenaje continuo de ocho músicos hacia su maestro, que halagado les daba su aprobación y agradecimiento mientras sonaban clásicos de su repertorio como One of Another Kind o Blues for Miles. 

Genio y figura, el trompetista, tocado por un sombrero gris que recordaba al los que portaba el obtuso y misterioso Miles Davis, aseguró con picardía que había oído hablar de "Granada y sus mujeres" al baterista Art Blakey, quien estuvo aquí en dos festivales y falleció prácticamente tras su batería. Y no fueron meras palabras puesto que el concierto previsto se fue alargando para solaz de público hasta casi duplicar el tiempo anunciado. 

El público entendió el esfuerzo que había realizado el maltrecho músico de 62 años y le ovacionó hasta obligarle a ofrecer un tema más que prolongara su estancia en el escenario. Fueron 22 años esperándolo y un teatro lleno quince días antes, dos argumentos suficientes para que el mito volviera 20 minutos más al escenario y se despidiera con un emocionado "nunca olvidaré a Granada".